El Hierro sufre desde hace algún tiempo todo tipo de agresiones. En primer lugar, la agresión de la naturaleza, que es inevitable e imprevisible, con su amenaza de erupción volcánica submarina, que no acaba de cuajar y que mantiene a los herreños en vilo. Ahora bien, como cada cosa tiene su lado positivo este fenómeno, que no es ajeno a la isla y que es común en otras partes de Canarias, pudo haber constituido un acontecimiento de interés científico y turístico, pero, por una mala orientación e información sobre el mismo se convirtió, o lo convirtieron, en un auténtico castigo para la isla.

Hubo un alarmismo desproporcionado y cierta aparatosidad, con presencia incluso del Ejército, ante una posible evacuación. Creo que la propia ministra de Defensa en aquellos momentos ni se asesoró siquiera sobre el tipo de vulcanismo que hay en las Islas antes de proceder. Envió tiendas de campaña para evacuar a nada menos que 4.000 personas, o sea, a casi toda la población de El Hierro. Se decidió después evacuar solamente a los habitantes de La Restinga, que son poco más de 300 personas, contando que muchas de ellas tienen allí su segunda vivienda. También el presidente autonómico previno a los turoperadores y esa advertencia sirvió como arma disuasoria para que la gente dejara de visitar la isla del Meridiano, como indicó en un artículo, Miguel Ángel Torres, director del hotel Puntagrande, el más pequeño del mundo.

Por su parte, el director del Instituto Vulcanológico de Canarias, Juan Carlos Carracedo, intentó poner las cosas en su auténtica dimensión y trató de restarle importancia, como un fenómeno más que se produce en otros lugares de la Tierra. Recordemos lo que ocurrió con el Teneguía, el último volcán que entró en erupción en La Palma en 1971. Científicos de todo le mundo estuvieron en la Isla Bonita, y miles de personas y medios de comunicación cogieron el barco o el avión para acercarse a contemplar de cerca este espectáculo. Se le sacó bastante provecho a este fenómeno...

Últimamente no se trata a El Hierro como merece cualquier otra isla de Canarias, según sus propios políticos. Existe una cierta desidia, tanto por parte del Gobierno central como del autónomo, para resolver unos problemas que atañen al bienestar de sus habitantes y a su economía.

El aislamiento al que se somete a El Hierro es una handicap para el desarrollo y buen funcionamiento de un turismo que es distinto al que se pueda plantear en cualquier otra isla. Es un espacio para disfrutar plenamente de la naturaleza, de su gastronomía o del submarinismo y deportes náuticos. Una isla con historias y leyendas, que poseía la raya que dividía al mundo en dos partes con un Meridiano que fue arrebatado por los ingleses. La isla del mítico árbol Garoé, que proporcionaba el agua que los bimbaches. Allí están el lagartario donde se cría el lagarto gigante; o el poblado de Guinea, o los letreros del Julan... Es necesario que los turistas extranjeros sigan visitando la isla y también que sea conocida por los otros habitantes de Canarias. Es una isla que, además, se ha propuesto para experimentar las energía alternativas y limpias, que ahora han sufrido un parón debido a la falta de apoyo por parte del Gobierno de Rajoy, aunque ellos siguen adelante en su empeño. Aparte de esa conciencia ecológica que tienen los herreños, cuentan con una buena infraestructura de alojamientos turísticos, entre apartamentos, casas rurales y hoteles, así como balnearios, como el Pozo de la Salud, de Sabinosa.

Después de muchos esfuerzos se ha conseguido una comunicación diaria por barco (La Graciosa, con menos habitantes, tiene ocho diarias). Al tratarse de un servicio público no se pueden programar según su rentabilidad sino en función a las necesidades de sus habitantes. Por tanto, si es necesario, se tendrá que recurrir a las subvenciones por parte del Gobierno autónomo y del central, de la misma forma que subvenciona a la Renfe o a las compañías de autobuses que realizan servicios públicos. Tampoco son abundantes los vuelos diarios que se ofertan, ni en los horarios más apropiados para sus usuarios, y existe, como es habitual en estas islas, un cierto monopolio que no permite que haya otras compañías que operen en su aeropuerto. Otra consideración: viajar a El Hierro, no es nada barato y, por tanto, hay que conseguir unas tarifas más asequibles y que eviten aun más el aislamiento de esta isla.

El Hierro precisa más comunicaciones marítimas porque tiene que exportar sus productos agrícolas y ganaderos, su pesca, sus quesos, su repostería o sus vinos, y por supuesto, reactivar el sector turístico que se ha visto perjudicado por lo expuesto anteriormente.