Santana Cazorla y TUI amenazan que si no se atiende a sus solicitudes (que se tornan así en exigencias), de ampliar camas en el hotel Las Tirajanas, dejarán esa actividad y se trasladarán a Tenerife o a La Palma. Hace pocos días, los famosos rusos de las tropecientas canchas de pádel en Telde, y por parecidas razones, amenazaron con lo mismo. Estamos viendo que todos los inversores tipo bienvenido Mr. Marshall, empezando por los de Tarajalillo, se están apuntando al juego casposo del isloteñismo rampante (nunca mejor dicho) en el Cabildo Insular de Gran canaria, con su presidente fotografiado al frente.

Los únicos que faltan por ahora son los promotores del funicular al Roque Nublo. Que están tardando en la contratación de un efficient coach que los encamine por el sendero luminoso de cables, torretas y cabinas en San Borondón.

Y es verdad. Nos encontramos dentro de ese escenario. Por eso creo que el último envite de Santana Cazorla merece algún comentario.

Primero. No parece razonable que, en multitud de ocasiones, las quejas y denuncias contra la burocracia administrativa y la ineficiencia pública en la gestión del territorio nazcan de la decisión de querer invertir y hacer cosas justo donde legalmente no se puede, en vez de hacerlas sencillamente donde está prevista su posible localización. Esta especie de pandemia solo puede entenderse porque, simplemente, lo que se quiere es utilizar un territorio del que uno ya es o se ha hecho propietario. Y es fácil imaginar las formidables posibilidades de especulación, por la vía del archiconocido cambio de uso que tiene un determinado suelo.

Segundo. Una vez que alguien, en este caso Santana Cazorla que, además arrastra a TUI, decide plantear una inversión de ese tipo, le es de enorme utilidad agarrar por los pelos el extenuante fantasma del pleito insular. Porque "¿sabe lo que le digo? Que si ustedes se empeñan en no dejarme hacer mi santa voluntad, los mando a freír bogas al Toril, y me mando a mudar a Tenerife..." Y se agarran a ese fantasma porque conocen al dedillo la inmediata reacción de las autoridades insulares de turno. Hay que subrayar que el señor Bravo de Laguna ya puso las pilas a toda Gran Canaria (igualito que si fuéramos un caniche de peluche) y no va a permitir ningún despojo ni ninguna huida a Tenerife. Porque si, como en la Eurovegas Madrid de Adelson, hace falta cambiar las reglas, las normas y lo que sea para no perder la inversión, se hace y en paz. Porque la única cosa que no se puede permitir es que la inversión se marche a Tenerife. Al margen de cualquier otra consideración, y en nuestro caso Santana Cazorla, va a tener patente de corso para hacer lo que le dé la gana.

Tercero. Es precisamente en este tipo de conflictos donde se muestra, en toda su perversidad y capacidad de destrucción, la propuesta de transferir todas las competencias sobre el territorio a los Cabildos Insulares.

Porque, fíjense ustedes, si esas competencias pasan al nivel insular, cualquier Santana Cazorla con suficiente potencia económica, puede poner a bailar al Cabildo al son y con la música y la letra que él quiera imponer. Así, las inversiones se convertirían en subastas. Y todos los Cabildos competirían entre sí, y por supuesto a la baja, para que la dichosa inversión se localizara en su isla, y al margen de cualquier otra consideración. Y eso llevaría a que Canarias, la sociedad canaria en su conjunto, dejada en manos de los mercados insulares del territorio, quedaría imposibilitada para constituirse como una unidad política, como una nación si queremos.

Es por todo esto que las competencias sobre el territorio tienen que continuar siendo canarias, globales en el archipiélago. De tal manera que ningún Santana Cazorla pueda plantear eso de que "si usted no me deja hacer lo que yo quiero, me voy a Tenerife y usted se va a enterar..." Simplemente porque si algo no lo pudiera hacer en Gran Canaria, tampoco lo podría hacer en Tenerife ni en ninguna otra isla.

Puestas así las cosas, se entiende a la perfección, la tremenda y obsesiva presión para hacer desaparecer a la Cotmac y para transferir todas estas competencias a los cabildos insulares. Con lo que se facilitaría, a los depredadores del territorio, campo abierto para todas sus tropelías. Al tiempo que se dinamitarían las posibilidades del pueblo canario para seguir profundizando en su identidad y en su soberanía territorial.