No se estén cogiendo nervios. Este es en sintaxis el esperanzador y relajante mensaje presidencial a nosotras las personas, una lección existencial aplicable a cualquier situación, incluso a la peor situación posible.

Eso es lo importante. Así que si usted, ponemos por caso, es requerido por su banco porque no puede pagar la hipoteca, mantenga la calma, la tranquilidad, que es lo último que hay que perder, una vez perdida la honorabilidad, la moral, la autoridad y el normal tránsito intestinal.

Usted no se despeine. Empiece por lo básico: negar que tenga hipoteca alguna. Diga por una televisión de plasma, si es posible, que usted ni siquiera vive en una casa. Jamás necesitó casa. Desde niño a usted nunca le ha hecho falta cobijarse bajo techo, haga frío o calor, y no hay nada, ni un papel, que demuestre lo contrario. Y si lo hay, ese papel es falso de toda falsedad y fruto de insinuaciones, rumores o informaciones interesadas.

Exponga al del banco, que en realidad debería estar entre rejas, que usted no se somete a chantaje porque vive en un estado de derecho. Y en los estados de derecho lo importante es garantizar su estabilidad, ahora que todo va muchísimo mejor, y que se ve luz al final del túnel, aunque esa luz sea de un tren que viene, que hay que confiar en la justicia, que para eso es un estado de derecho, y no de aceite y vinagre. Un estado de derecho es una cosa muy seria, e insulte un poco al banquero, tampoco mucho, no sea que se caliente y se vaya armar un pollo incontrolado.

Insinúe al del banco que no se aclara. Que salvo alguna cosilla, no da pie con bola. Insista en que le importa cero el follón que le está armando.

Para que vea que a usted el asunto ni fu ni fa, subráyele que él no le va cambiar la agenda. Usted se va a echar el solysombra a las once en punto, como ayer y antier, y luego va a jugar al dominó con independencia y con arreglo a la Constitución y a las leyes, que es como usted juega al dominó y que estas son las cosas importantes, y si otros quieren jugar a otras cosas, esa es su responsabilidad.

Y a pulpiar a la marea.