En apenas unos días se han difundido informaciones económicas y laborales en apariencia contradictorias. Si se revela que la economía canaria ha dejado atrás la recesión en el tercer trimestre del año la última Encuesta de Población Activa (EPA) constata una tasa de paro en las Islas del 35,12%, la más alta desde 1976. El impacto conjunto de estas dos noticias puede llegar a provocar una sensación similar a pasar por una ducha escocesa, donde se alterna el agua de temperatura caliente con la fría. Conviene para analizar estos datos no pasar de la euforia desmedida a un abatimiento depresivo en donde cualquier reacción queda pendiente del último dato estadístico aunque las cifras del desempleo, en este caso, se mire por donde se mire, son escandalosas, injustificables e insoportables para la economía de una región donde una de cada tres personas en disposición de trabajar no encuentra un empleo. La crisis no se ha disipado, sigue instalada entre nosotros, pero eso no significa que tengamos que entregarnos a la resignación o al pesimismo.

Los distintos informes y análisis macroeconómicos, desde el Instituto Flores de Lemus vinculado a la Universidad Carlos III de Madrid hasta el Servicio de Estudios del BBVA, pronostican para Canarias un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) en 2014 del 1%, una cifra pequeña, insuficiente y escasa, pero necesaria para crecer e ir saliendo, aunque con timidez y menos rapidez de la deseada, de la peor recesión sufrida en las Islas en la época moderna. Aunque ni se roza en Canarias el mágico y psicológico porcentaje del 2% en el incremento del PIB a partir del cual los especialistas fijan la creación de empleo neto, la economía regional emite síntomas, aún débiles, de una respiración menos asfixiante y entrecortada. Son señales procesadas desde un punto de vista macroeconómico que, sin embargo, no tienen una traslación inmediata al mercado de trabajo. Aún faltan meses para que se empiece a notar esa mejoría entre quienes buscan un empleo. Hay que ser realistas y tenerlo en cuenta para evitar entusiasmos sinsentido.

Vale que los especialistas pronostiquen que se ha tocado el techo en el desempleo en Canarias, pero ¿cómo se consuela a los casi 400.000 parados en las Islas, en su mayoría jóvenes en busca de su primer trabajo o desempleados de larga duración? ¿No es ya una cifra difícil de metabolizar para una sociedad como la canaria que el 35,12% de la población activa esté desempleada? El turismo amortigua, si cabe, unos porcentajes de paro que serían aún más vergonzosos de no haberse incrementado la llegada de visitantes, en su mayoría extranjeros, a las Islas durante este año pero el sector es incapaz por sí solo de absorber toda la demanda laboral. Las consecuencias llevan de manera inexorable a una devaluación interna para ganar competitividad a costa de los salarios y las rentas -se trabaja con menos coste y más horas- con más padecimientos y privaciones en una población activa agotada y desanimada.

De todos modos, de nada sirve lamentarse como excusa para no hacer nada. Y mucho menos que el porcentaje de desempleados se utilice para atizarse el Gobierno central, del PP, y el regional, de CC y PSOE, en donde ninguno de los partidos gobernantes está exento de responsabilidad. Si desde la Administración central se reprocha a la autonómica la ineficacia en las políticas de desempleo tras recibir Canarias desde que comenzó la crisis 1.200 millones de euros en ayudas, con el escaso resultado de un incremento del desempleo del 140%, la regional se queja de que los últimos fondos para combatir el paro se han retenido en Madrid, sin justificación alguna, con la perversa estrategia de que cuanto peor le vaya a Canarias mejor le irá al Gobierno del PP. Cumplidos los objetivos de estabilidad presupuestaria ningún sentido tenía que el Ministerio de Trabajo congelara 128 millones de euros, acordados en la Conferencia Sectorial de Empleo, para Canarias, que en dos meses va a tener que aplicar un programa exprés para poder ejecutar unos fondos, cuyo bloqueo estaba a punto de ser denunciado por el Gobierno canario ante Bruselas. El desempleo y las ayudas para la formación de parados no es un juego de niños en donde uno se queda con el balón si los demás no quieren jugar a lo que uno desea.

En definitiva, y al margen de los rifirrafes políticos, Canarias se enfrenta a un terrible problema laboral en el que prepara y saca al mercado de trabajo a más profesionales y técnicos con conocimientos y formación de lo que es capaz de absorber. Esa distorsión se puede convertir en una tragedia o en una oportunidad en función de la capacidad de gestionar ese talento que tengamos nosotros mismos. Ante los vaticinios expresados esta misma semana por el consejero de Economía y Hacienda, Javier González Ortiz, de un nuevo ejercicio presupuestario de sacrificios y renuncias queda el afán de superación y la capacidad de enfrentarse a la peor crisis vivida en las Islas con la constatación histórica de que de las recesiones se sale reforzado -desaparecen las empresas menos productivas y eficientes- y surgen las iniciativas más competitivas y emprendedoras. Esa es la teoría. Ahora solo falta quienes la pongan en práctica.