Me duele España. Tres discursos recientes han agravado esa dolencia que arrastro hace años: el discurso de cinco minutos de Antonio Muñoz Molina al recibir el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, los 16 minutos de entrevista al escritor Arturo Pérez Reverte en un programa televisivo y los seis minutos de un monólogo del cómico Moncho Borrajo disponible en YouTube. Los tres han explicado los síntomas de una misma dolencia utilizando diferentes palabras.

Llevamos más años de democracia que lo que duró el franquismo después de la guerra fratricida de 1936 a 1939, desencadenada porque quienes nos dirigían no solo no querían ponerse de acuerdo en nada sino que se odiaban entre ellos. Hay ciudadanos que aún parecen vivir en ese tiempo. Como una de las periodistas que preguntaron a Muñoz Molina por las cosas que escribió en su libro Todo lo que era sólido y le felicitó por su valentía al denunciar los males que afectan a España. Muñoz Molina le contestó que se equivocaba en su apreciación recordándole que valiente es el que se juega la vida denunciando en sociedades totalitarias pero que España es una democracia y los intelectuales están obligados a escribir y denunciar las injusticias sin concederse la menor indulgencia. Tremenda bofetada a los intelectuales y medios de comunicación españoles que han sido cómplices de esa dolencia que padece España desde hace siglos. En la ceremonia de los Premios Príncipe de Asturias, Muñoz Molina habló del desaliento ante la incertidumbre de los oficios en un país donde millones de personas carecen penosamente de él, que le parecía frívolo divagar sobre la falta de correspondencia entre el mérito y el éxito en un país donde los que trabajan ven menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan de forma obscena sus beneficios, un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes mientras sus víctimas no reciben justicia, un país donde la rectitud y la tarea bien hecha cuentan menos que la trampa o el clientelismo y donde las formas más modernas de demagogia han reverdecido el desprecio por el trabajo intelectual y el conocimiento.

Las cifras sobre España duelen. Según el World Economic Forum, España ocupa el puesto 119 del mundo por la ineficiencia de su mercado de trabajo. El desempleo mundial es del 6% mientras en España supera el 25%, con una tasa de desempleo juvenil superior al 50%. Empresas y políticos, incapaces de crear trabajo estable, ignoran que sufrimos un desajuste entre la formación recibida y las demandas de la economía mundial, un problema que se agrava con la mediocridad de quienes nos dirigen y de quienes enseñan en la Universidad a la que numerosos informes internacionales acusan de no educar a nuestros estudiantes en competencias profesionales. El último informe sobre el nivel de formación de nuestros adultos concluyó que los titulados superiores españoles tienen la misma nota que los bachilleres japoneses. Lejos de sonrojar a nadie, los dirigentes socialistas no han dudado en culpar a Franco de este fracaso mientras que los dirigentes populares culpan a los planes educativos del Partido Socialista. Y mientras jueces luchan contra políticos, sindicalistas y empresarios corruptos, la gente abuchea a los jueces y aplaude a los corruptos. Patético.

Para Pérez Reverte no hay solución a nuestros males. Según él, España es un país históricamente maldito. España no ha sabido beneficiarse de quienes nos precedieron ni hemos sabido tener metas colectivas. Nos han manipulado tantas veces que el español odia más que ama. Ninguno de los partidos que nos gobiernan llega a consensos en torno a las políticas públicas porque en todos ellos prima su división ideológica. Cada día, la brecha que separa a los ricos de los pobres se hace más grande. Para el año 2025, uno de cada tres nuevos pobres europeos será español, y el 20% de los más ricos ganará 20 veces más que el 20% más pobre. El clientelismo, la plétora de cargos sin contenido, la expansión de la burocracia, la promoción por empatía y docilidad y la ineficiencia son lacras detestables de una casta intocable de políticos que se ha adueñado de la democracia y desprecian la meritocracia. Nos hemos quedado huérfanos en un Estado con pocos intelectuales y que ofrece pocas garantías gubernamentales a unos ciudadanos atrapados por la sociedad de consumo. Para Moncho Borrajo, este dolor por España es una tragedia. Alemania levantó el país en una sola generación. España se ha hundido en una sola generación, la generación de la posguerra. Muchos de los que ahora gobiernan nos engañaron con promesas y deslealtades, tomándonos el pelo y tapándose unos a otros sus indecencias e inmoralidades. Basta ya de votar a esos mismos políticos que se matan por estar en una lista electoral. Nos gobiernan los mismos desde hace mucho tiempo. Hace falta una verdadera reforma estructural de España para evitar que continúen las perversas reglas de juego que han hecho de este país una mera continuidad histórica de malas prácticas gubernamentales.

Maldecidos por la historia, no es casualidad que cuando hablo de España en el extranjero tenga que decir "s-pain", o lo que es lo mismo, España "es dolor". Buen día y hasta luego.