Los problemas del PSOE canario no comenzaron el otro día en La Palma, con esa inoportuna y estúpida, por ombliguista y vanidosa, moción de censura en el Cabildo contra el socio principal en el gobierno regional, y de la mano de la gente de José Manuel Soria y de la parte acurrucada de la facción API de Coalición, con un sorprendente desconocimiento de las leyes de la termodinámica y de los principios de los vasos comunicantes.

Hay que buscar el origen de estos males, y de esa maldición constante de que justo en el peor momento aparezcan las frivolerías y la endogamia que mece la cuna en el momento en que el PSOE pasó de ser una organización regional a una organización interinsular.

La insularidad que tanta pasión despierta, es como un precipicio al lado de una pendiente embarrada, puede convertirse en un peligro si se pierde de vista la dimensión de conjunto; lo mismo que le sucede a la región si se sustituye la dimensión nacional de Estado por la dulce somnolencia de lo local.

Las agrupaciones insulares se han ido convirtiendo en minipartidos regidos solo por los equilibrios isleños del yo, mi, me, conmigo. Como decía un socio del Real Club Náutico de Gran Canaria en plan de guasa, pero de guasa filosófica, "de La Graciosa para arriba todo es Rusia". A su vez, la debilidad de los liderazgos, sea en lo sustantivo o en lo transitivo, en los órganos de dirección regional -comisión ejecutiva, comité regional....- ha facilitado que los poderes insulares vayan imponiendo su fuerza, muchas veces un eufemismo del simple chantaje ante la mera modificación de los equilibrios y de los statu quo. Se llega así a una especie de irrefrenable intento de suicidio. Los efectos de la luna llena sobre los desequilibrios mentales son asumidos por las urnas y la influencia de los procesos de elección en la psique endiosada. Lo cual se 'enrabona' si a su vez Paulino Rivero es sometido a un acoso interno del factor conservador que salta de ATI al PP y viceversa con gran seguridad de acomodo.

Todo eso, hay que engarzarlo con la profesionalización de la política, que se ha ido convirtiendo, en España, en un gigantesco pesebre. Los políticos que se bajaron del carro en marcha después de la Transición están asombrados: no se reconocen en la mayor parte de sus sucesores, sean del partido que sean.

El trabajo por ideología, por compromiso, la militancia abnegada, altruista, solidaria, que arruinó a muchas familias, ha pasado en buena parte a la historia. Ahora hay mucho 'tecnócrata' del instante.

Esta situación afecta al sistema inmune del animal, indefenso ante los virus, o bacterias, o bichitos, del exterior. De esta manera, las estrategias de desgaste que llevan a cabo sus adversarios, se benefician por este plus de irresponsabilidad. Hay mucho diablo cojuelo suelto. Y si el adversario no tiene el menor inconveniente ético en promover los conflictos internos en las filas del 'enemigo', en aplicación del principio de divide y vencerás, el problema se agrava, porque, encima, la división impide al PSOE responder proporcionadamente y la controversia intestina actúa como un globo de despiste.

José Manuel Soria prometió, y lo está cumpliendo, eso hay que reconocérselo, que iba a incendiar el pacto entre Coalición Canaria y los socialistas. Por lo visto el palmero Antonio Castro dicen que vislumbra una grieta por la que se cuela una lucecita para hacer lo que siempre quiso: ser el primer presidente de una isla 'periférica'. Las hemerotecas, y videotecas, recogen diversas declaraciones del ministro que anuncian o sugieren aliados ocultos, vulgo topos o traidores, tanto en CC como en el PSOE. Es probable que no hubiera nada de cierto, y que los aliados objetivos que han ido apareciendo lo sean solamente por pura mezquindad, eso sí, disfrazada de defensa de lo insular, o de lo municipal, o de la acera de un barrio. Ya lo prevenía Einstein, siempre hay una teoría para justificar cualquier disparate. Claro que hay lugares donde las condiciones ambientales provocan que el incendio sea más probable, y una vez declarado, más destructivo. El pino canario resiste bien el fuego, ha nacido en la lava, pero donde no hay tea, el paisaje después de la batalla es aterrador. Tenerife ha sido 'de toda la vida' una caja de malas sorpresas; lo mismo que La Palma, o que etc.

La solución, depende. Los incendios forestales hay que apagarlos en invierno; eso quiere decir que si en invierno se limpia el bosque, el riesgo disminuye en verano.

Todo es un sinsentido, una muestra de cómo una 'excelente' y repartida incompetencia mezclada con unas gotas de ambición de alta capacidad de reacción y una dosis de vanidad de amplio espectro adormidera puede dar lugar a una crisis... modélica.