Siempre que vengo al hotel Ritz en noviembre, me acude el recuerdo de Buenaventura Durruti, que murió el día veinte del mismo mes del infausto año de 1936, en uno de sus salones, después de que unos todavía misteriosos disparos -casi tanto como los que acabaron con JFK- le abatieran en el frente de Ciudad Universitaria. Siempre que vengo al Ritz suele ser a lo mismo, a desayunar de manera intempestiva para mí, nueve de la mañana, en uno de esos encuentros informativos que organiza el querido colega José Luis Rodríguez, presidente del Foro de la Nueva Economía. Ya no sé cuántos años lleva con este trasiego de cafés con leche, algunas envidias y primeros titulares de la mañana. Muchos, con esfuerzo y tesón y, a veces, contra esto y aquello, que también tiene José Luis algo de unamuniano.

El pasado lunes 25 tocaba una actuación estelar y peculiar: el presidente del gobierno de Canarias, Paulino Rivero, presentado por el secretario general del PSOE y líder de la oposición opositora y opositante, Alfredo Pérez Rubalcaba. Todo debería parecer normal y cotidiano pero es imposible por infrecuente; aunque Coalición Canaria y PSOE gobiernen juntos en Canarias, no son habituales en este país semejantes aliños. Como dijo Rubalcaba "criticable por presentarlo, criticable por no hacerlo." Hispánica tradición. Mas, contenidos políticos aparte que no competen a este negociado, el fantasma de Durruti, que siempre se me acerca por estas fechas para que le invite a un café de tapadillo, me mostró su satisfacción ante los personajes, presentador y presentado. Me dijo que le parecían buena gente, sencillos aunque taimados. Y también me preguntó acerca de la posibilidad de reclutarlos. "¿Reclutarlos?, ¿para qué?" le respondí asustado. "Para el mundo de los sueños, el único sitio donde reina la tranquilidad y la concordia." Me despedí hasta la próxima, sin mayores efusiones, porque el libertario leonés ectoplasmático me dejó un poco desasosegado.