Por si no fuera suficiente tener que sortear desde mitades de octubre los pasillos del hipermercado evitando los palés de turrones y mazapanes, por si no bastaba con padecer el engendro de anuncio perpetrado este 2013 por los responsables de Loterías, ha tenido que entrar en escena la vicesecretaria general del PSOE para rematar la faena prenavideña. Y es que Elena Valenciano es una de esas personas que, si no existieran, habría que inventarlas. Cuando abre la boca es una fiesta, característica que comparte con el secretario de Organización, Óscar López, que pasará a la historia por olvidarse de uno de los tres exiguos motivos que esgrimió para votar a su jefe de filas, Alfredo Pérez Rubalcaba, en las últimas elecciones generales. Según refleja el currículum de la mano derecha del líder, entró en la formación política a los 17 años y ha ido subiendo enteros a lo largo de tres décadas hasta llegar a ostentar su flamante cargo. Por lo visto, tras desempeñar el papel de coordinadora de la campaña electoral de Rubalcaba, el ascenso estaba cantado. Eso y, probablemente, la paritaria cuota femenina, unida a una preparación académica consistente en "tener estudios" en Derecho y Ciencias Políticas, aunque no los suficientes como para obtener ninguna de ambas licenciaturas. El caso es que la dirigente progresista acaba de manifestar en rueda de prensa que el Comité Federal socialista no se celebrará en diciembre ni en enero porque "hay una cosa que se llama Navidad y cae como una losa en todos los calendarios del mundo", para añadir, reprimiendo una incipiente carcajada, que "somos laicos, pero no gilipollas". Pues para ser tan avispados y tan alejados de la religión, no entiendo por qué no se han decidido a hacer añicos el Concordato con la Santa Sede en los amplios periodos en los que han ocupado el Gobierno de la nación, primero con Felipe González (dos mayorías absolutas) y después con José Luis Rodríguez Zapatero.

Tal vez sea porque entre su militancia existen más creyentes y practicantes de los que a sus jefes les gustaría. Yo misma conozco a varios de ellos que, por cierto, ni son laicos ni, menos aún, gilipollas. Suscriben el mensaje cristiano, que también predica la solidaridad y la defensa de los más necesitados. Son, simplemente, socialistas de bien, respetuosos y plurales, que asisten perplejos a la deriva de unas siglas vacías de contenido, que no saben de qué van sus camaradas del Partido Socialista de Cataluña, que reniegan de las declaraciones de tipos como el exministro de Economía y Hacienda Pedro Solbes, cuando afirma que tanto él como su superior ZP eran perfectos conocedores de la crisis desde 2007 y que se abochornan del latrocinio de los dirigentes de su sindicato hermano, la Unión General de Trabajadores. Cómo me recuerdan a esos otros votantes y simpatizantes del Partido Popular, con creencias religiosas o sin ellas, respetuosos y plurales, que asisten perplejos al ninguneo institucional de la víctimas del terrorismo después de la escandalosa sentencia de la Doctrina Parot, que no saben de qué van sus acomplejados mandamases de Cataluña y el País Vasco, que reniegan de los incumplimientos del programa que les aupó al poder y que se abochornan de tesoreros y demás chusma dedicada al reparto de sobres con dinero negro. A ver si, cuando pase "esa cosa que se llama Navidad y que cae como una losa en todos los calendarios del mundo", estos "laicos pero no gilipollas" que cortan el bacalao en el antaño Partido Socialista Obrero Español materializan las eternas amenazas anticlericales que sólo vierten cuando están en la oposición. Se admiten apuestas.