Con toda la paciencia que Dios o la naturaleza le dio, la bióloga Judith Hand observaba, sentada en la escollera, las evoluciones de una pareja de gaviotas. La macho emitía insistentes graznidos hacia su compañera, hembra, para que esta dejara de cubrir a los polluelos y abandonara el nido. Quería, a toda costa, participar en las labores de crianza de los hijos. Su pareja cede y sale del nido. La bióloga, buena observadora de las pautas animales, sabe que no volverá. Aunque la tilden de mala madre o casquivana, la gaviota hembra se buscará otra pareja con la que convivir y formar un nuevo hogar. Por poco tiempo. Porque parece probado que, en muy pocas ocasiones, aguantará una relación estable hasta que la camada de crías abandone el nido cuando estas sepan volar solas. Los roles compartidos en la crianza contribuyen a que los polluelos no queden al pairo de las tormentas o los depredadores. Los etólogos han demostrado que una gran mayoría de las gaviotas que, en un primer momento, parecen que se prometen fidelidad para toda la vida, se divorcian poco tiempo después de formar una familia. ¿Por qué se rompe este vínculo? Como demuestran las observaciones de la bióloga Judith Hand parece deberse a evitar las riñas, en los alrededores del nido, que puedan afectar la alimentación de las pequeñas crías.

El instinto animal hace que las consecuencias no las paguen los hijos. Traducido al comportamiento del homo sapiens parece ser que los humanos se divorcian cuando descubren que son incompatibles. Motivos que esconden razones de desavenencias diversas cargadas de contenidos emocionales y que hacen pizcos la máxima de "hasta que la muerte nos separe". Lo que importa, en este caso, es que, al igual que sucede con las gaviotas, los hijos no sufran las secuelas de una separación conflictiva. Los hijos del divorcio fue el tema central de un reciente congreso celebrado en Arrecife sobre la Protección del Menor y el Divorcio. El presidente de la Federación Canaria Favor Filii señaló que unos 2.000 niños se ven afectados, al año, por la rupturas matrimoniales. Además, Canarias lideró, en el año 2012, las rupturas de matrimonios, con más de 6.000, que representan una tasa de 2,9 por cada mil habitantes, en relación del 2,4 que representa la media estatal. No se han estudiado las causas exactas de estas proporciones que, en todo caso, no parecen ser muy significativas respecto a la media estatal. Pero sí se sabe que la separación de la pareja afecta más a los hijos cuando esta se produce durante los primeros años del desarrollo. Que una superprotección materna o paterna, después del divorcio o muerte de uno de los cónyuges, puede acarrear problemas de autonomía o maneras de relacionarse de los hijos.

Los psicólogos y mediadores familiares insisten en las consecuencias negativas de un divorcio traumático. Entre ellas una de las secuelas de una custodia compartida. Se llama síndrome de alineación parental por el que se induce a los hijos a que odie o se relacione de forma negativa con uno de los progenitores. Uno de los padres hace saber al hijo sobre los sentimientos negativos y malas experiencias vividas con el progenitor ausente. El hijo asume tales ideas y se identifica con los sentimientos del progenitor. Hoy día se puede recurrir a psicólogos, psicoterapeutas y mediadores familiares en gabinetes o puntos de encuentro judiciales para erradicar errores, tratar a cualquiera de los excónyuges y reconducir la situación siempre en beneficio de los hijos. Y es que la mejor solución está en una separación civilizada, sin demasiados traumas para los progenitores que puedan afectar a la estabilidad emocional de los hijos. Para los que se empeñan en continuar una relación de pareja y evitar una separación, dicen, que por el bien de una supuesta estabilidad de los hijos, que aprendan de las juguetonas palmípedas: por el bien de los propios hijos, convencerse de que hay casos en los que el amor no dura siempre. Que tomen la decisión de abandonar "el nido" en caso de un conflicto permanente e insoluble. Preferible a someter a los hijos a convivir en un infierno.