He empezado el año con bastante preocupación debido al infundado optimismo, y yo añadiría triunfalismo, de nuestro gobierno porque han hecho muchas promesas que no han cumplido y otras que sabemos que no van a cumplir. Y ellos también lo saben. No me refiero al gobierno de Canarias, que pinta bien poco en el contexto nacional e internacional, sino al gobierno de la nación.

Cuando estamos viendo que cada día se destruye empleo, que se presentan ERE y más ERE en muchas empresas importantes, que los desahucios no cesan, que la pobreza sigue en aumento, que mucha gente no recibe prestaciones sociales y que, este gobierno nos está desmantelando el Estado de derecho y los logros laborales que habíamos conseguido, y que ya, por último, amenazan con meterle mano a las pensiones, a las que tenemos derecho porque para eso hemos cotizado a lo largo de nuestra vida laboral y que merecemos en esta última etapa de nuestra existencia; no digan que no es para preocuparse.

Lo curioso es que se escudan en la crisis para justificar el actual desmantelamiento al que me he referido. Nos hablan, una y otra vez, de que ya estamos saliendo de ella, que se ven brotes verdes, que se está creando empleo y, al mismo tiempo, manipulan las estadísticas y vuelven a engañarnos de nuevo.

Los expertos en economía aseguran que hay una conjura internacional en la que destaca un reducido número de personas poderosas que controlan la mitad de la riqueza de la Tierra, mientras aumentan las desigualdades sociales, la pobreza, la desatención a los menores, el hambre y la marginación. Por otro lado, las más importantes financieras, empujadas por su brutal ambición y egoísmo, nos han llevado a la ruina, con sus burbujas inmobiliarias y con la especulación, y a un retroceso de nuestro estado de bienestar.

También preocupan en este país los excesos de las mayorías absolutas, tanto en el ámbito del gobierno central como en otras administraciones públicas, ya sean autonómicos, provinciales, insulares o municipales. Creen que esa circunstancia les permite gobernar sin contar con la "democracia popular", con la opinión de los gobernados, sin consensos, ni consultas. Así, surgen conflictos como el reciente del barrio del Gamonal, en Burgos, que obligó a su ayuntamiento a suspender las obras de un bulevar que no satisfacían a los vecinos de esa zona. Otro ejemplo lo tenemos en la ya famosa y disparatada ley del aborto del señor Gallardón, contestada, no sólo en España sino en diversas partes de Europa.

O si no, la reforma de la Ley de Educación que nos quieren imponer el ministro Wert y demás cómplices, que nos conduce a un retroceso, merced al abuso que ejerce su mayoría absoluta en el Parlamento español. De nada han valido las protestas de asociaciones de padres de alumnos, de la mayoría de los docentes, de las universidades y de una buenas parte de la sociedad española, y por lo visto, tampoco han valido los desaires sufridos por este estoico ministro que es capaz de soliviantar a las masas donde quiera que va. La última muestra ocurrió en la reapertura de la catedral de La Laguna, después de su rehabilitación, donde el ministro fue recibido con abucheos y carteles contrarios a su política educativa, que parece que no tiene otra finalidad que la de denigrar o desaparecer la escuela pública para darle preponderancia a la privada, al contrario de lo que sucede en los países más avanzados de Europa, donde la enseñanza pública está más prestigiada y posee los mejores profesores y métodos de enseñanza. El ministro fue protegido, en su visita a la ciudad tinerfeña, por las propias autoridades, y gracias al blindaje de la policía que este gobierno tiene a su servicios (y no al de los ciudadanos), que puso a La Laguna en un auténtico estado de sitio. Las manifestaciones populares significan otro desprecio a la política del ministro Wert que parece escudado por un ideario sectarista y retrógrado. El señor Wert, aparte de su habitual cinismo, no deja de poseer ciertas dosis de valor, como si estuvieras haciendo honor a su apellido, ya que en alemán, que supongo que será de la lengua donde procede, significa, precisamente, eso: valor.

En fin, la actual España no hay por donde cogerla, pero son los mismos políticos que la gobiernan los primeros que se oponen a realizar acciones para enmendar los errores, realizar reformas y volver a poner a la democracia en su sitio como haría cualquier país serio y que se precie. Debe ser porque les conviene que no haya cambios.