Hace unos días conocíamos la noticia, con origen en Lisboa, sobre la muerte de seis jóvenes universitarios, al parecer como "fruto" de un grupo de alumnos veteranos que preparan estas bromas. En principio no es nada nuevo, pues aquí se han hecho, y a veces de mal gusto y procaces. Dada la falta de personalidad, y el mimetismo que rodea a esta sociedad cada vez más sumergida en todo tipo de artefactos-pantallas para seguir con el mito de Narciso, no hay universidad o colegio mayor que se precie, que no cuente en su "menú" con estas actividades que distraen al personal y lo sacan del hastío.

Y es que una sociedad que viva de modo rutinario y sometida a la uniformidad que nos quieren imponer los que manejan los hilos del marketing mediático, necesita los ritos de paso, de los que tan afinadamente escribió el antropólogo francés de origen alemán Van Gennep. Antes, en unos tiempos fuertemente marcados por las ideas religiosas, algunos sacramentos como el bautismo, la primera comunión, el matrimonio, etc., podían encarnar estos deseos de significar que el individuo dejaba una etapa de su vida y entraba en otra con mayor grado de madurez. Ahora ya se han inventado "sacramentos laicos" y otros eventos, como las despedidas de solteros/as, orlas académicas desde la etapa infantil hasta la graduación universitaria y... las novatadas. Que quieren satisfacer a los que ya han pasado por esas pruebas y someten a los que vienen detrás a diferentes retos, a veces más duros y comprometidos, hasta el punto de poner en peligro la vida o dañar de algún modo la salud. Es como hacerle un test al novato: "por donde yo pasé para llegar a ser veterano, has de pasar tú". A través de las diferentes probaciones a que son sometidos, los neófitos cambian su situación existencial. Y a partir de este momento se produce la inclusión en el grupo, es decir, el sentido de pertenencia. De lo contrario, el individuo o el grupo que por diversas causas no han pasado por la prueba, quedan aislados y con un sentimiento de marginación respecto a la "institución" veterana. Sin embargo, otras veces subir un peldaño -como ocurre entre los scouts- solamente es un signo de incorporación a otra rama del movimiento escultista en función de la edad. Para ello, en la ceremonia de la imposición de la pañoleta, previamente se suele hacer la totemización que consiste en buscar algún objeto escondido, traer muestras de la naturaleza o pasar alguna prueba física nada fuera de lo común. Todo ello, en un clima lúdico, sano y cooperativo.

Realizando el periodo de prácticas de las Milicias Universitarias, en el regimiento de artillería de campaña donde estaba destinado, unos soldados ya veteranos me pidieron la "galleta" (graduación de suboficial) para practicar unos "reconocimientos médicos" a los soldados que acababan de jurar bandera. Y no accedí a esa petición por lo humillante del hecho y porque yo no me hubiera querido ver sometido a algo que iba contra la dignidad de la persona. Es cierto, que no todas las experiencias por las que han de pasar los aspirantes, son de igual calibre o con repercusiones graves. Por ejemplo, me consta que en algún colegio mayor los recién llegados debían servir la mesa durante un mes a los residentes más antiguos, o salir por la calle con faldas vistosas, representar con mímica algún hecho noticiable, etc. Que no es lo mismo que obligarles a beberse un vaso de vinagre o saltar de un balcón a otro en un tercer piso. Quienes son víctimas de tratos degradantes, aunque se realicen en un contexto lúdico o esotérico, pueden caer en una mayor desconfianza respecto a sus "verdugos" o vivir con una agresividad latente. O lo que es peor, tener que abandonar por miedo la institución que lo acogía.

A propósito de lo que comentamos me gustaría citar un artículo pionero y esclarecedor, elaborado por dos sicólogas y profesoras de la Universidad de Comillas (Razón y Fe, oct. 2013). El cual viene encabezado por esta frase del profesor y periodista Hank Nuwer: "Las novatadas son unos hechos extraordinarios que, cuando ocurren a menudo, se vuelven perversamente cotidianas puesto que los que participan en ellas, se desensibilizan de su inhumanidad". Ana Aizpún y Ana García-Mina, citando a la Universidad de Texas, indican algunos supuestos beneficios que tienen las novatadas: lograr una mayor cohesión grupal, que los integrantes se conozcan entre sí, cultivar ciertos sentimientos de orgullo colectivo, mantener las tradiciones, generar situaciones divertidas o desarrollar en las víctimas un sentimiento de superación personal. Pero en el fondo la finalidad primigenia de lo que en principio solamente era una broma para ingresar en el grupo, puede convertirse en algo incomprensible e inaceptable. Ante lo cual parecen existir varias alternativas: una más drástica, prohibirlas, otra más consensuada, para que los que planean las pruebas de acceso no se pasen de la raya ni de lo irracional. Y otra más estimulante: poner la inteligencia al servicio del amor, ayudar a los que tienen materias de estudio más complicadas, participar en actividades culturales, asumir compromisos con ONG. Aunque pueda parecer una utopía, con Demócrito deberíamos recordar que "los ideales son como las estrellas, no las alcanzas pero iluminan nuestro camino".