En Canarias aumenta el desempleo; el empleo se recupera ligeramente; las organizaciones empresariales predicen que, a remolque del magnífico crecimiento del turismo, en 2014 se crearán puestos de trabajo. Este vaivén, entre deprimente y promisorio, entre lo estadístico y lo cabalístico, nos distrae de lo fundamental: la crisis económica que afecta al Archipiélago, y que ha dejado patente las debilidades e ineficacias de su arquitectura política y su modelo de desarrollo económico, está siendo obviada por sus élites políticas y empresariales, que siguen esperando a que escampe. A ver si hay suerte y en tres o cuatro años conseguimos una tasa del 20% de paro -ya se sabe que en los años dorados el desempleo jamás bajó del 10%, nada menos, de la población activa- y cesa la destrucción de pequeñas empresas y establecimientos comerciales y el consumo interno, en fin, recupera el fuelle. Si no estuviéramos viviendo una catástrofe social de baja intensidad, sino un drama calderoniano, a las élites políticas y empresariales de Canarias habría que procesarlas por traición a la patria. Claro que uno de los problemas estructurales del país es, precisamente, el procedimiento de selección y congelación de sus élites.

No se ha emprendido ninguna reforma estructural que tome la crisis como una oportunidad. Incluso la reforma de la administración autonómica -en la que el Ejecutivo regional dispone de mayor discrecionalidad política- está encenegada en una comisión afásica e interminable. La negociación sobre la reforma del REF -la más opaca y menos debatida desde los años setenta- parece que trata de asegurar, como ha señalado el profesor González Viéitez, la financiación externa de un plan de desarrollo para Canarias y no de modernizar y blindar las especificidades económico-fiscales para su encaje en la UE a medio y largo plazo. Nadie repara en que este modelo de crecimiento económico, basado en el binomio de construcción y turismo, y con unas regalías fiscales que privilegian la acumulación de capital y son indiferentes a la creación de empleo, fue útil para sacar a las Islas de la pobreza extrema, pero resulta inservible para sostener y proyectar una sociedad democrática con un nivel satisfactorio de cohesión social y territorial y un ensamblaje eficaz a la economía globalizada. "Aquí la situación es seria, pero no grave", le comunicó una compañía alemana a un destacamento italiano en la I Guerra Mundial. "Pues aquí la situación es grave, pero no seria", respondieron los italianos. En Canarias podríamos responder lo mismo.

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