Aquí, señores, ha pasado lo de siempre: han muerto dos romanos y cuatro cartagineses. (F. García Lorca)

Se equivocan quienes consideran la crisis como un fenómeno aislado, puesto que la crisis es como un volcán, que está bajo tierra a la espera de estallar, con el magma siempre activo, o como la revolución, que solo es un acontecimiento de un proceso (Jacques Barzun). La crisis actual forma parte del proceso de la lucha de clases, que explota, cuando la mecha de la economía se calienta. Como la ola: va y viene. Es una inconclusa batalla en la que se enfrentan el capital y los trabajadores y donde estos van ganando lentamente posiciones hasta llegar a los fosos infranqueables del capital, desde donde estos contraatacan con su siempre afilada guadaña.

Ajustándome al acontecimiento actual: miente el Gobierno cuando farolea, sin rubor, que estamos recuperándonos. ¿Recuperándonos de qué? Esto no es una gripe de la que te recuperas poquito a poco: esto es más serio. ¿Recuperando a quién? No será a los trabajadores, que ven recortados sus sueldos, ni a los parados cuyo número no baja, ni aún con los que se han tenido que ir al extranjero. ¿Recuperándose de este vergonzoso retroceso procesal que ataca la libertad y amenaza con leyes como la del aborto y la seguridad ciudadana? ¿Recuperándonos de los incontables daños que nos ha ocasionado la búsqueda de un final de cartón piedra, sin reparar en los medios empleados? Aún cuando esos medios signifiquen la destrucción de la clase media, el aumento de la pobreza, la pérdida del poder adquisitivo, incluyendo a los jubilados, a los que se nos ha enviado una carta insultante donde se nos comunica una subida del 0,25% (limosna tardía que espera el kafkiano agradecimiento en las urnas), el aumento de la riqueza de los capitalistas, incluidos bancos reflotados con aportaciones dinerarias de todos los españoles, la desigualdad en la asignación de impuestos (Sicav incluidas), el desmarque de los políticos en su colaboración pecuniaria, conservando sus prebendas y privilegios directamente o a través de obsoletas e inútiles instituciones, engordadas y mantenidas para acoger a afiliados, acólitos, sacristanes y amigos del jefe.

Se habla de la UE, pero no se dice que esta facilitó al Gobierno de España solo el título de la novela y que la trama la ha escrito el Gobierno con letras torcidas y, además, trucadas.

La lucha abarca conceptos distintos y distantes, uno de ellos es la delimitación de fronteras entre lo público y lo privado. Una reciente sentencia judicial permite que la Sanidad en Madrid siga siendo pública, a pesar de los esfuerzos privatizadores del PP, lanza aguda del capital. En el mismo campo se pasea la privatización de Endesa, que hizo posible la acogida de Aznar en sus floridos y lucrativos despachos, tras cesar como presidente del Gobierno y la oligarquía de las empresas eléctricas, liberadas con timbales y confetis, de la molesta empresa pública (recuérdese a Emalsa), haciendo posible un engañoso problema de precios, que ni el Gobierno ni Soria arreglarán sin una verdadera intención de cambio y dentro de un plan industrial para la España de los camareros. Al lado tenemos la nueva privatización de Bankia, tras ser reflotada con dinero público y la amenaza de una nueva empresa pública para integrar las autopistas deficitarias del país.

Noruega acaba de iniciar un episodio con puntos comunes al caso español. La principal empresa eléctrica, Dong Energy, se ha visto envuelta en otro caso de privatización parcial, con la presunta entrada como accionista de Goldman Sachs, lo que ha llevado a la dimisión de seis ministros. Un 68% de la población es contraria a la privatización parcial.

Necesitamos, pues, romper con esta podrida estructuración política actual, ideal para la corrupción continuada. Los políticos no lo harán. Por eso es necesaria la formación de una plataforma de hombres honestos y sabios que con el apoyo del pueblo modifiquen la Constitución, las administraciones del Estado, la Justicia, para enderezar este proceso. El caso del Gamonal (Burgos), de los trabajadores de la Sanidad de Madrid son toques de atención a los políticos que se creen que todo les es dado y permitido y llevan el mensaje de que el pueblo debe levantarse pacifica pero férreamente contra las decisiones absolutistas que nos han llevado a la enfermedad calculada de la Sanidad y la Enseñanza, lo que junto a la ley de Seguridad Ciudadana nos hace más vulnerables, menos libres y más borregos. Y acabo con una cita de Raymond Aron: "No es la lucha del bien y el mal, sino de lo preferible contra lo detestable". Amén.