El cine español es tan pobre que, para hacer una lista de las cinco mejores películas del año, tiene que incluir a dos de las peores. En concreto, Vivir es fácil con los ojos cerrados -seis goyas- y Las brujas de Zugarramurdi -ocho goyas-. El aquelarre de Alex de la Iglesia es un abochornante homenaje a la zafiedad, a cargo del asombroso director de Los crímenes de Oxford. La película de David Trueba es simplemente cursilona, aunque tiene mérito musicar con John Lennon un remedo de Cuéntame. Tampoco aquí nos ciega el apriorismo, porque el mismo autor firma Madrid, 1987, una portentosa exhibición de talento para dúo y orquesta que hoy refrescamos desde La Venus de las pieles.

Por supuesto, agradeceré opiniones insultantes respecto a lo aquí expuesto, en especial si provienen de espectadores que hayan visto las cinco candidatas al goya a la mejor película pasando por taquilla. De bemos ser un centenar en toda España, y desde aquí les envío un saludo. No he incluido 15 años y un día entre las peores por dos motivos. En primer lugar, porque este episodio de teleserie mediocre ha sido apreciado por personas a las que respeto. Por desgracia, en cine solo sigo los dictámenes de personas a las que no respeto, empezando por mí mismo. En segundo lugar, porque la propia Academia no entregó ni un solo goya a la película que antes remitió a los Oscars, como si estuviera a la altura de The hunt. El presidente del engendro asegura que rodar en España es "un acto heroico". Se requiere todavía más coraje para ser espectador del cine español.

A los académicos catetos les falta estómago para digerir la estupenda Caníbal, obra maestra del canibalismo neorrealista, por oposición al canibalismo surrealista que patrocinaba el genial Dalí de "quiero comerme a Gala". Para conocer mejor una cosa, hay que devorarla, pero el cine español contiene las toxinas suficientes para liquidar al incombustible Wert, que no se perdió nada. El triunfo de Trueba es una de las pocas buenas noticias que recibe Urdangarin en los últimos tiempos, y nuestros cineastas añoran el estímulo de una buena guerra de Irak. Dónde está Bush cuando lo necesitamos.