Viendo y escuchando a ciertos políticos catalanes en los medios de comunicación de aquel querido condado de la corona de Aragón, parecen haber sido succionados por un ente extraño que reblandeciéndoles el cerebro les hace que pidan la separación de España; me atrevería a decir que más del noventa por ciento no tienen ni repajolera idea de lo que desde el punto de vista político y económico supondría para Cataluña la secesión del resto del Estado. Es intolerable que una parte importante de la administración de esa comunidad autónoma esté empeñada en desacreditar, en un momento delicado y sensible, a España en el exterior a base de seudoembajadas esparcidas por toda Europa con un discurso secesionista desleal manifestando a los cuatro vientos que Cataluña estará dentro de la UE por derecho propio a pesar de las manifestaciones en contra del presidente Durao Barroso. Lo que está sucediendo es suficientemente grave como para hacer recapacitar la dejación que el estado Español ha tenido en Cataluña durante décadas. Se ha dicho por responsables del sector independentista que España es como una botella de cava y Cataluña es el tapón ¿no será que estos señores lo que tienen por cerebro es un corcho? Porque los que seguro que no tienen la cabeza de alcornoque son los empresarios y banqueros catalanes que le han dicho a la cara al Sr. Mas, por activa y por pasiva, que para la economía y las finanzas la senda emprendida por la comunidad autónoma no es la más aconsejable para crear empleo y riqueza de la manera con que siempre lo han hecho durante décadas y décadas. Han pretendido que el gobierno de la nación entre al trapo a discutir asuntos que no le corresponden por la sencilla razón que estas cuestiones corresponden de forma exclusiva a todos los españoles, incluidos ellos. Los ciudadanos confiamos en que el presidente del gobierno, cualquiera que sea su color, ahora y en el futuro, no tenga el más mínimo atisbo de duda de cómo proceder ante situaciones como el actual proceso soberanista, porque una cosa está clara y es que una persona es tan buena como lo sea su palabra. No conviene olvidar por mucho tiempo que haya pasado lo que dijo Aristóteles: "La memoria es el escribano del alma"