Todavía me estoy cuestionando si la escenificación del desarme de ETA no era más que una representación cinematográfica al estilo Jordi Évole con su película La Guerra de los Mundos en versión española. Aún sigo esperando que los presuntos terroristas se desenvainen los pasamontañas y aparezca a pie de pantalla el rótulo: Urtungo Burionagonatotorecagageazcoechea, actor. La pantomima de tres individuos ocultando rostro y manos, entregando un arsenal consistente en unos gramos de explosivo caducado y tres pistolas de fogueo, es un insulto a la dignidad de las 800 víctimas mortales de la banda terrorista y a sus familiares. Una broma escato-ilógica de la que han sido cómplices un sexteto de verificadores cuya legitimidad está más en el aire que nunca. Total respeto y valoración a otros procesos de paz en los que han participado, pero no es de recibo que dos días después de la emisión de la película casera y en declaración ante la Audiencia Nacional hayan confesado que los terroristas, una vez representaron su particular armisticio, recogieran armas y explosivos, los metiesen en una cajita de cartón y se las llevasen de nuevo al zulo.

Fiarse de un compromiso verbal de los que durante décadas han sembrado el terror entre los vascos, fuerzas de seguridad y ciudadanos de a pie de todo el país, constituye una deposición tan honrada como el espíritu democrático del expresidente ucraniano, Yanukóvich.

La paz por 750 euros diarios de estipendio. Esta es la tarifa vigente de los pacificadores que desvelaron haber iniciado los contactos con el entorno de ETA en el año 2011 en el propio País Vasco y en Toulouse, Francia.

El rodaje en remix de Adiós a las armas tuvo como cámara a uno de los integrantes del comando, imágenes que posteriormente remitiría a la BBC en una vergonzante y leonina tregua que contó solo con una parte contratante de la primera parte...

Los ilustres miembros del Comité Internacional de Verificación reconocen que los etarras ni les vendaron los ojos ni les recomendaron que no les mirasen. Los verificadores no recuerdan el emplazamiento del piso franco ni la identidad de la legación etarra. Para añadir más surrealismo al episodio, ninguno de los mediadores habla español y los terroristas son legos en inglés, una suerte de Torre de Babel dinamitada desde sus cimientos.

Mofa a las víctimas en este contaminado sainete a caballo entre un taxi y la sala de la Audiencia Nacional, con sonoras ausencias de tres de los verificadores que pusieron pies en polvorosa antes de dar la cara y responder ante la Justicia española.

Un ceilandés, un sudafricano y un británico... No es el inicio de un chiste malo, quizás sí de malos que, en su afán por hacer el papel de notarios apócrifos han signado, a pie de página, aquello de Fe de Horrores.