Querido amigo, lo que son las cosas, Gregorio. Resulta que tienes que vestirte de lo que no eres, para mostrar realmente cómo eres...

La de problemas que se arreglarían hablando claro, pero es que no somos capaces de decir las cosas a cara descubierta.

Mari Carmen era una chica de la ciudad sureña de Telde que estaba casada con Antonio, un incondicional de los carnavales que no se perdía ni un baile de máscaras y, entre bailes y fiestas, solía volver a su casa de amanecida.

A Mari Carmen no le importaba mucho, pero una noche sintió curiosidad por ver cómo se lo pasaba su marido y decidió disfrazarse para plantarse en el baile de "La Sociedad La Fraternidad" de la Plaza de San Gregorio de Telde.

Nada más llegar vio a Antonio con unos amigos tomándose unas copas en la barra del bar y, como quiera que iba bien disfrazada, se acercó a su marido y se insinuó discretamente.

Antonio no tardó ni siquiera un segundo en caer rendido ante sus encantos, y enseguida se fue a por ella sin pensárselo mucho.

Total que se pasaron la noche bailando entre risas y apretones, hasta que Mari Carmen, después de no pocas carnestolendas, aprovechó un despiste de su "apasionado galán" para despedirse a la valenciana y, escapándose entre la multitud, se fue a su casa.

De madrugada y como de costumbre, Antonio volvió y se encontró a Mari Carmen dor-mida...

Pues, ya te puedes imaginar la de cosas que se dijeron en aquella noche loca durante el baile. La de preguntas y respuestas que se dieron y se dijeron uno a otro a cara tapada.

Pero Mari Carmen, que era inteligente y además estaba muy enamorada de Antonio, se limitó a preguntar para saber de primera mano lo que quería y no quería saber de su marido, dejando pasar por alto algunos "pelillos a la mar" de Antonio que, al fin y al cabo, siempre volvía a casa.

Ella nunca se lo contó pero, a partir de entonces, los dos se apuntaron a todas las fiestas de carnaval, bailando hasta terminar vencidos al amanecer, y se les veía más enamorados y cariñosos que nunca.

La vida es un carnaval, amigo, pero, si la sabes entender, no te pierdes ni un baile...

Un abrazo y hasta el martes que viene.