Importantes analistas de la prensa internacional han coincidido en un punto de vista sobre la respuesta italiana a la crisis financiera: todos sus primeros ministros han anunciado grandes planes de reforma para contentar a la troika y para que se dé formalmente por satisfecha. Italia va a hacer sus deberes, se ha dicho en Roma y se ha aceptado en Bruselas y en el FMI. Pero al cabo de los años resulta que ni una sola de las medidas más impopulares se ha llevado a efecto hasta el extremo. Solo con brochazos de barniz, una lija suave, y algunas iniciativas de escasa incidencia en los bolsillos de trabajadores y clases medias, dadas por Berlusconi, Romano Prodi, Monti o Enrico Letta, la economía italiana no solo no ha empeorado, sino que está aprovechando los vientos de la recuperación europea.

El nuevo jefe del Gobierno, el ambicioso líder del PD Matteo Renzi, ha dicho que ahora van en serio algunas reformas: la de la administración, y la supresión del Senado para convertirlo, reducido, en una cámara de las regiones. Muy bien. Y que se luchará ma non troppo, me temo, contra la economía sumergida. Eso está muy bien. Como es lógico todas las economías mundiales, hasta las más saneadas, necesitan un permanente ajuste. Camarón que se duerme se lo lleva la corriente.

Francia tampoco ha hecho del todo los deberes que se le han marcado; Hollande se ha dejado llevar; ha perdido credibilidad, eso es cierto, por su inactividad política trufada con algunas decisiones impopulares, pero los resultados le son favorables: la economía gala, con la alemana, vuelve a ser la locomotora europea. Ha habido ajustes, pero de ninguna manera un proceso de desmontaje y transferencia al negocio privado de la arquitectura del estado de bienestar.

Pareciera que Alemania debía profundizar en el camino del adelgazamiento de la inversión pública del estado social, heredado de Bismarck. Pues no: Angela Merkel, que ganó las elecciones con una amplia mayoría, pero no absoluta, eligió con visión de estadista como aliados a los socialdemócratas del SPD. El resultado es que el nuevo gobierno germano, la gran coalición liderada por Merkel, ha implantado el salario mínimo, que es la gran bicha de las patronales neoliberales. Además, la cogestión, o presencia de representantes sindicales en los consejos de administración, sigue vigente. "El milagro alemán tiene mucho que ver con sus sindicatos", gustaba de decir al ministro canario del Bundestag Hans Matthoffer.

Con respecto a la salida de la crisis en España, quizás haya que poner un ejemplo: nadie tiene ninguna duda -eso espero, excepto algún ecologista que vea las series de Expediente X y se arrodille ante Cuarto Milenio, de que el invierno tan frío y lleno de ciclogénesis explosivas que ha atenazado la Península, y que en Canarias ha proporcionado uno de los períodos más fríos y serenamente lluviosos de los últimos cuarenta años, empezará a terminar en primavera, más en los primeros días de junio que en mayo, ya lo previene el refrán: hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo. Después, los abrigos, las bufandas, los guantes, quedarán en el recuerdo, que se disolverá con el calor del verano. Esto es seguro al 99%, a pesar de que el cambio climático siga trabajando en silencio, agravado, eso es indudable, por el desprecio científico y hasta por el ninguneo de las evidencias de unos gobiernos excesivamente monetarizados. Por no perder inversiones, el PP y su ministro Arias Cañete van a volver a llenar el litoral de construcciones, a pesar de la subida constante del nivel del mar, que provocará una subida exponencial de las primas de los seguros y grandes destrozos a pie de las olas.

Los datos de presunta mejoría que ha presentado Rajoy son tan presuntos como la supuesta mejoría.

El problema es que se está saliendo de la crisis poniendo en crisis el Estado de Bienestar y los medios para afrontar en el futuro las necesidades de crecimiento y pago de las obligaciones, mientras en una parte clave de Europa -excluyendo a Portugal y Grecia- no se ha actuado en la misma medida ideológica. Si ya había una Europa de dos velocidades, esta diferencia que agravia a los ciudadanos españoles se ha agrandado por el papanata servilismo de la política neoliberal Marca España.

Un dato que es una bomba de relojería: la deuda pública ha crecido en 250.000 millones en el bienio Rajoy, hasta sumar la totalidad del PIB. La mayor en un siglo.

Entre tanto, los ciudadanos no han notado ninguna de las bienaventuranzas de los misterios gozosos del líder actual del Partido Popular. La más alta tasa de paro, de destrucción de empleo, de desahucios, la mayor corrupción, la restricción de becas, la degradación de la sanidad... Y una mina lapa semisumergida a punto de estallar.