Hay una lejana leyenda urbana nacida en el seno de los mentideros políticos del archipiélago canario que aquel Felipe González, en plena euforia de su omnímodo poder indicó a su compañero Jerónimo Saavedra, a la sazón presidente del Gobierno autónomo, que era necesario tender la mano a ATI y sus afines al objeto de darles juego y protagonismo como partidos nacionalistas. Lo que ya no sabemos es qué escondía la arcana intención presidencial: si lo hacía como un gesto de magnánimo desprendimiento o en previsión de que este nacionalismo emergente desembocara en una deriva independentista (pensaba en los Cubillo), inquietante siempre visto desde la Metrópoli, por lo que tienen estos peñascos de acusada periferia, y por tanto, de imprevisible y temeroso desarraigo por su lejanía. Saavedra tuvo su momento para formar gobierno pactando cómodamente, y ante la extrañeza de muchos biempensantes, renunció a gobernar porque "tenía que pactar" y eso era mucho, demasiado para su ego.

Más tarde lo hizo con la ATI de Manuel Hermoso, y la patada traicionera en el trasero que este le propinó, no pareció cosa tan dramática para el aherrojado, pues tenía en expectativa llegar al Consejo de Ministros de la mano de su compañero Felipe. Hasta hoy, que seguimos instalados en aquel sentencioso exordio y puñalada del Bruto, vicepresidente, "Ha llegado la hora de Tenerife". Y ahí, en esa hora, continuamos más de veinte años después. La obra la han ido completando para consolidar la supremacía chicharrera con pequeños grandes ajustes en el sistema electoral, dando al voto de un habitante de las islas menos pobladas el mismo valor que el de catorce ciudadanos que votan de las islas capitalinas Gran Canaria o Tenerife. Esta es su fuerza y la garantía de continuar con el poder político y el económico de la Región: apoyarse en las islas menores, que con menos habitantes tienen más poder de decisión. Y desde este blindaje, ¿querrán, de verdad, cambiar la ley electoral? ¿Van a ser tan puristas y solidarios para modificar lo que les va tan bien?

Para que ATI-CC pudiera mantener su chiringuito durante estos más de veinte años se ha tenido que valer del apoyo del PP el tiempo que ha querido y le ha convenido, sabiendo que a la puerta tenía esperando al PSOE hambriento de pisar moqueta. Sin la complicidad de estos dos partidos de implantación nacional ATI-CC no sería lo que es: el eterno partido que nos gobierna desde Tenerife.

Los santacruceros, tienen grabado en el subconsciente todavía que pertenecen a la capital de la provincia única del Archipiélago, donde estaba la gobernanza de todas las islas antes del 27. Añoran aquella situación de privilegio, y sus tics salen a flote cuando queremos tener nuestra Universidad o -como ahora- nuestros propios hoteles de cuatro estrellas. Antes, como ahora, si tenemos lo mismo que ellos, ya les estamos haciendo la puñeta. Para argumentar la peregrina Ley de Renovación Turística, concebida para mantener su primacía turística, la envuelven en que la planta alojativa de cinco estrellas nos ¡da más trabajo! que la de cuatro. Sospechoso que estén tan preocupados por nuestro paro. La racionalización del suelo la aplican a las demás islas, con especial hincapié a Gran Canaria, mientras que ellos han podido construir lo que les ha dado la gana, aunque para conseguirlo hayan tenido que saltarse la Ley de Moratoria Turística cuantas veces han querido. Lo malo es que en la situación de sojuzgamiento a esta isla cuentan con el apoyo de los socialistas grancanarios. ¿Triste y sorprendente? No tanto. Estar en el Gobierno, aunque sea de segundones, mola cantidad.

Ahora surge desde Gran Canaria un movimiento popular cara a la reforma electoral dentro del Estatuto de Autonomía, que parece que ya toca y va en serio. Desde Tenerife no se inclinan por mejorar el sistema electoral, que es claro no les interesa; más bien arañar más competencias "para decidir por nosotros mismos": control de las aguas archipielágicas, competencias sobre puertos y aeropuertos, etc. Ahí tienen enfrente al PP en cuanto a conceder más autonomía y, sorpréndanse, también en contra de cambiar la ley electoral. ¿Qué verá de malo el PP, que ya que nos quitaron los puertos francos en tiempos de González, reivindiquemos el blindaje y la profundización del REF atendiendo a nuestra realidad de región ultraperiférica? ¿Qué argumentos tiene el PP -lo explique- para oponerse a que se rebajen los topes al 5% para obtener representación? Román Rodríguez de NC, plantea votar la reforma electoral en el mismo referéndum del petróleo, de celebrarse, claro. ¿Le harán caso los que mandan en la Comunidad sine díe?

La política es, amigo lector, como el carbón, que cuando no quema ensucia. Y si no fuera que en lo dicho va la prosperidad y el bienestar de los grancanarios, yo no trazaría una sola línea sobre el asunto de fondo que encierra este comentario.