El economista británico Fred Harrison, explica [1][1] coincidiendo con toda una escuela de pensamiento económico, que las crisis del capitalismo son cíclicas y que se extienden en periodos de 18 años. Una vez que estalla se extiende por varios años y luego lentamente se inicia la recuperación. Harrison estudia una por una todas las recesiones fundamentales desde 1776 hasta 2010 y su similitud es extraordinaria, todas, en general, van precedidas de un intenso periodo de especulación inmobiliaria y se prolongan por periodos casi idénticos.

En un periodo aproximado de 7 años desde el estallido, hay lo que él llama "recesión de mitad del ciclo". El crecimiento se vuelve a detener aunque en forma menos profunda. Luego de esta recesión de mitad del camino, la economía -basada fundamentalmente pero no únicamente en la especulación inmobiliaria- vuelve a crecer por otros 7 años hasta que se entra en la etapa que Harrison denomina "Maldición del Ganador" y que dura aproximadamente 2 años: en ella las operaciones inmobiliarias especulativas comienzan a ser las absolutamente dominantes. Como dice Harrison: "Este es un periodo frenético de operaciones donde ya los precios no permiten la toma de decisiones racionales porque han perdido toda relación con la realidad". Es la etapa de los inventos financieros, el más general la locura en inversiones inmobiliarias, pero no sólo éstas. Como dijera Thomas Johnston: "Con cada nueva cosecha de pequeños ahorradores que acumulan e invierten su dinero y buscan a su alrededor un valor cierto que produzca una renta de interés adecuada, siempre ha aparecido algún genio de las finanzas con un plan nuevo de cómo hacerse rico con rapidez que lo presenta antes sus víctimas como el pescador su mosca a la trucha". La "Maldición del ganador" es el preanuncio de la crisis que se avecina. Según Harrison hay un ciclo de los negocios -que es el global de 18 años- y dentro de él otro ciclo de 14 años que es el del alza desenfrenada de los valores del suelo.

Harrison anunció con mucha anticipación la crisis que se avecinaba para el año 2010. Los hechos indican que tuvo una visión premonitoria. La "Maldición del Ganador" cubrió varios años y en el 2007 los precios inmobiliarios comienzan a descender. En 2008 se suma la crisis financiera y con ella entramos en la fase final: la depresión (que no la recesión) que se inicia en 2009-2010.

Ahora la economía muy lentamente empieza a crecer. Los índices de crecimiento son irrisorios, pero al menos es algo. Esa leve mejoría (el ministro de Economía pronostica un 0,7%) que observamos ahora es, pues, la consecuencia lógica de esta etapa del ciclo económico. Esa es la verdad. El gobierno proclama que es debido a sus "medidas de ajuste". Eso es, simplemente, una mentira. A lo largo de 200 años Harrison ha estudiado y demostrado que los desarrollos de las crisis han sido iguales. Una vez que el valor del suelo se hunde, el capital comienza a moverse con más libertad y comienza el crecimiento. Caído el valor del suelo -como en España- el comienzo lentísimo de la recuperación es posible, pero este crecimiento no es gracias a las medidas del gobierno, sino a pesar de ellas. Las medidas del gobierno en lugar de facilitar la salida de la crisis la han dificultado. Al recortar salarios, entrar en la precariedad laboral y demostrar su absoluta imposibilidad de bajar el índice abrumador de desempleo, no sólo han perjudicado a la inmensa mayoría de la población, si no que además han destruido el consumo.

Las medidas de ajuste pueden servir para equilibrar el presupuesto nacional (y es dudoso incluso que sirvan para ello) pero para el crecimiento no significan nada, todo lo contrario, lo perjudican.

Si antes, en pleno auge, la economía funcionaba perfectamente sin reforma laboral ni recortes, ¿por qué se piensa que ahora no podía haber crecimiento sin este tipo de medidas? El gobierno se agarra a su explicación como a un clavo ardiendo para justificarse, pero falsea la verdad. Es decir, para hablar claro: miente. Si otros países, como USA, están saliendo de la crisis sin este tipo de medidas ¿por qué no habría de salir España, sin ellas?

Si el gobierno español -y Europa en general- abandonara esta política terrible de ajustes (o los hiciera donde hay que hacerlos y no a costa de los trabajadores) el crecimiento sería impulsado. Eso es lo que proponen Harrison, Stiglitz y otros economistas, pero en España nadie los escucha.

El cambio de política es urgente. Esta no es una recesión más, es una depresión en toda regla y salir de ella es mucho más difícil que en crisis anteriores, porque ahora Occidente debe competir con India, China y otros países emergentes donde se pagan salarios bajísimos y que inciden fuertemente en el mercado mundial. No obstante, el presidente Rajoy se ajusta al dicho clásico que pone Guillén de Castro en boca del Conde Lozano en Las mocedades del Cid:

Esta opinión es honrada

Procure siempre acertarla

Pero si la acierta mal,

Defendella, y no enmendalla.

En realidad Rajoy debe pensarlo bien, porque si no se adoptan las medidas adecuadas la crisis española puede prolongarse por muchos años. Estas medidas son simples y claras:

- Una reforma tributaria que acabe con la especulación del suelo y suprima los impuestos que perjudican los incentivos que llevan a la gente a ahorrar y a producir riqueza.

- Una reforma radical del sistema financiero, que es el generador del crédito y debe ser obligado a hacerlo en armonía con el desarrollo de la economía productiva que da riqueza, apoyando a las personas que la generan en lugar de aquellos que sólo buscan la plusvalía que se apropia el valor que otros han creado.

- Reemplazar la práctica actual de recortes por otra que ataque los valores de privilegio que abruman a la sociedad española.

No hay nada misterioso en estas medidas, que son similares a las que proponen el premio Nobel Joseph Stiglitz y el famoso economista americano Mason Gaffney.

El problema no está en las medidas que son básicas y comprensibles. El problema está en la furiosa oposición de los círculos de poder que sólo esperan el fin del ciclo para volver a la especulación y al robo de las plusvalías.