A los pocos días de la muerte de quince inmigrantes negros -este dato es importante- que se ahogaron mientras intentaban entrar a nado en Ceuta desde Marruecos, al ser rechazados en la verja, el ministro del Interior, el catolicísimo Jorge Fernández Díaz, concede la Medalla de Oro de la Policía a la Virgen del Amor. Enternecedor. Fue en Ávila con motivo de la jura tradicional de los nuevos inspectores.

También se introdujo otra novedad; por primera vez no se interpreta en el homenaje a los caídos la marcha fúnebre de Chopin sino el himno La muerte no es el final, del sacerdote vasco Cesáreo Gabariain, habitual, sin embargo, en los recintos militares, pero que en estas circunstancias parece una macabra ironía.

En los dos años del gobierno popular han sido habituales las referencias a distintas vírgenes y santas. El mismo Fernández Díaz -autor de una ley del miedo público, de la que Bruselas ha pedido explicaciones- ha metido en el ajo de la salida de la crisis a Santa Teresa, una monja rebelde y con personalidad que era una avanzada feminista en sus tiempos. Seguramente no estaría de acuerdo con un gobierno que no solo ha recortado por la parte de los más débiles, con una crueldad innecesaria para los dependientes, por ejemplo, y para las familias sin ningún recurso, desahuciadas o sin posibilidad de enchufar la calefacción. No todos los santos son mártires de la Cruzada como parecen pensar la actual Conferencia Episcopal y la beatería dominante en el PP.

Por ejemplo: el presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, con fama de ultraconservador, justifica su presencia en la ordenación de cardenales en el Vaticano por el papa Francisco en que él iba en representación del Estado. Y eso es lo grave. España es un país no confesional, Constitución mediante; si por cortesía en un ceremonial que puede revestir la condición de una fiesta nacional vaticana, España, en atención a que uno de los nuevos príncipes de la Iglesia es español, puede enviar una delegación. El Embajador en el Vaticano, que para algo está. Pues ya iba. Pero además se incluyó al secretario de Estado de la UE (¿está el Vaticano en la Unión Europea?, ¿van los papas a las cumbres de jefes de Estado?) y el vicepresidente del Parlamento Europeo -donde no hay ningún parlamentario vaticano- Jaime Mayor Oreja.

Lo que no es mínimamente respetuoso con las reglas del comportamiento de los poderes democráticos, es que acuda a un acto netamente religioso el presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, porque es posible que en algunas circunstancias tenga que entender de casos relacionados con la Santa Sede; perfectamente, podría ser recusado por contaminación, y no por los incensarios.

Por su parte, la Diputación de Granada -también en manos devotas de la derecha- concedió en 2012 la Medalla de Oro a la Virgen de las Angustias; aunque esta nominación sí podría tener un cierto sentido. Vivimos en una permanente angustia. Eso sí: quien hizo la ley hace la trampa, y no se atendió a lo previsto en el reglamento de honores y distinciones: solo se pueden conceder estos títulos a personas físicas o jurídicas, no a entes celestiales. Pero tanta devoción, golpes de pecho, peinetas, misas y procesiones tienen un contrapunto en la práctica cotidiana. La ministra Báñez otorga a la virgen del Rocío la mejora del paro, mientras sigue destruyéndose empleo. Los pobres son cada vez más pobres y los ricos m ás ricos. Aumenta la fractura social. Se crean bancos de alimentos para mitigar el hambre; mueren ancianos en las urgencias; se disparan los suicidios... Y hay quienes meten a las vírgenes y santos en el problema, seguros, claro, de que no les van a contradecir en público.

Pero el ministro de Justicia (sic) Alberto Ruiz Gallardón saca pecho con una contrarreforma del aborto, llena de lugares comunes y de justificaciones pintorescas o estrictamente religiosas. Organizaciones médicas la consideran improcedente, impertinente, insolente e indocumentada. Los últimos en sumarse al rechazo han sido dos mil sanitarios que han firmado un manifiesto; al frente figura uno de los ginecólogos más prestigiosos de España, el doctor Dexeus. Pues bien, este ha pedido "a sus amigos del PP" que acudan "a la inteligencia" y no a la ideología y creencias religiosas.

Lo preocupante es el clima de agresividad e insolencia que se va extendiendo en la parte más extrema del PP, esa que se encuentra incómoda con el centrismo, la tolerancia y la buena educación y añora el diálogo al modo falangista: varios concejales y aprendices de brujo insultan soezmente a las defensoras del derecho de las mujeres a abortar, a los desahuciados, a los engañados por las preferentes. Y etc. Mucho cuidado.