Se abre el telón. La gitana Candela, la actriz Pilar Rey, dice: "Cómo resuena la mar esta noche". Y Pepe Dámaso (que se interpreta a sí mismo) responde "Algo tendrá que decir". Así empieza El amor brujo de Falla que Pepe Dámaso estaba ensayando hasta el pasado sábado. El domingo el director de escena Nacho Cabrera se quedó esperando por Pepe en el aeropuerto de Gran Canaria, tenía previsto ir con Dámaso a Tenerife para ver cómo estaba quedando la escenografía. El mundo del canario Néstor Martín-Fernández de la Torre que fue el primer escenógrafo de El amor brujo y el de Pepe Dámaso se unen en este musical que está programado para el próximo 4 de mayo en Tenerife y el 24 de mayo en el Teatro Pérez Galdós de la capital grancanaria.

Decían los médicos este lunes que el tiempo corre a favor de Pepe Dámaso. En el momento de escribir estas líneas el artista está ingresado en la UCI del Hospital Doctor Negrín de Gran Canaria. Los médicos decidieron sedarlo porque se había despertado nervioso después de la operación que le realizaron tras el infarto. Quizá nervioso no es la palabra más adecuada. Pepe se había despertado desinquieto y preguntón, porque los niños (los artistas son niños que cada minuto descubren algo en el mundo) no saben estar entre monitores, sueros, catéteres y sondas que te impiden mover el cuerpo. Porque la medicina no ha inventado todavía ninguna sustancia que calme un corazón torbellino como el de Pepe Dámaso.

En Cartas a un joven poeta Rainer María Rilke escribió (en los años en los que Falla componía El amor brujo) a Franz Kappus que la mayoría de la gente quiere vivir su vida en una habitación más o menos grande, de la que desean conocer una parte, algún rincón concreto para garantizarse cierta seguridad. Pero, decía Rilke "es mucho más humana aquella inseguridad llena de peligros que impulsa a los prisioneros de las historias de Poe a palpar las formas de sus horribles mazmorras y a no querer esquivar el horror indecible de su estancia". Pepe se acerca más a este último perfil, por eso será difícil calmarlo en UCI sin ventanas por las que mirar a la naturaleza.

Los trabajadores del Doctor Negrín lo saben. Cuando hace unos años fue a su primera sesión de radioterapia se quejó "yo no puedo pasarme varias horas mirando un techo gris, si uno quiere luchar por la vida no puedo estar prisionero en este búnker". Y la queja fue acompañada de una propuesta: "yo puedo pintar el techo, para que la gente que venga aquí sienta más ganas de vivir cuando miren un techo de colores". Y el torbellino Dámaso demostró que no era un "paciente" resignado a pelear contra el cáncer en una habitación que parecía una celda horrorosa como las que sufrían los personajes de Poe. Cuando leo que Dámaso está "sedado" no me lo creo, todavía no se ha inventado la sustancia que calme las aguas de los ríos. Aunque vean a Pepe con los ojos cerrados en la UCI o en una habitación del hospital, lo más probable es que esté paseando por Venecia con César Manrique, buscando una cafetería para celebrar que Luchino Visconti acaba de comprarle un cuadro al artista de Agaete.

Ojalá más pronto que tarde Pepe Dámaso pueda subir al escenario para interpretarse a sí mismo en El amor brujo de Falla. Ayer me contaba Nacho Cabrera "ha sido un palo porque estaba disfrutando mucho, nunca había trabajado con unos actores de raza tan rebeldes como Pepe Dámaso, Pilar Rey y Antonio Abdo. Mantenemos las fechas, pendientes de Pepe". Me imagino a Dámaso saltándose el guión y contándole a Falla su alegría de vivir tras este último susto. Volverá el niño de ochenta años a darnos una lección de vida, a demostrar que los artistas están hechos con mimbres diferentes.

Hace años en una entrevista en la radio me dijo "pude llevar mejor mi homosexualidad que mi vocación artística. Yo vivía el sexo con naturalidad, pero en aquellos años tener vocación artística estaba muy mal visto". En estos tiempos de hospitales con habitaciones sin ventanas, un artista se coló en la UCI del Negrín, que no se pare su corazón para que cuando se despierte Dámaso pueda llenar de colores esas paredes grises.

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