El infierno está lleno de gente con buenas intenciones. No dudo de la buena voluntad de quienes en el Parlamento canario votaron a favor de la proposición no de ley que pedía que la comida sobrante de los comedores escolares se reparta "entre las familias más necesitadas". Pero una cosa es el buenismo y otra la justicia social.

El autor de la propuesta, Nicolás Gutiérrez (de Coalición Canaria), nos decía en la SER que "los niños más pequeños no comen lo mismo que los grandes y eso ocasiona un resto de comida que al final suma muchos menús escolares". Se atrevió a poner un ejemplo: "tiene usted a 100 niños de tres años que solo comen un muslo de pollo, pues sobran 100 muslos de pollo" (sic). Y remató: "los padres, con mucha discreción, podrían ir a recoger esa comida". ¿Aceptarían los señores diputados y diputadas que alguien toque en la puerta de su casa y les traiga una fiambrera con un muslo de pollo que dejó un niño del colegio? ¿Darían a sus hijos yogur de postre sólo los días de la semana que sobre en el colegio?

Lo peor no es que estemos ante una proposición no de ley inviable, lo peor es la falta de ignorancia de sus señorías a la hora de afrontar un problema que ha aumentado en Canarias los últimos años: las miles de familias sin ingresos para poder comer dignamente. El sociólogo Jean Ziegler publicó hace dos años Destrucción masiva, geopolítica del hambre. Ziegler fue relator de la ONU entre 2008 y 2011 para el derecho a la alimentación, así que cuando escribe sobre el hambre sabe de lo que habla. En su libro recuerda que durante siglos el hambre fue un tema tabú, como la peste en la Edad Media, se consideraba una plaga que no se podía dominar.

Según Ziegler fue el pastor británico Thomas Malthus con su Ensayo sobre el principio de la población quien proporcionó a la burguesía la justificación del hambre, que servía para hacer una selección natural, los pobres que llegaban al final del banquete de la Naturaleza debían morir de hambre, los gobiernos no tenían la obligación de garantizar su comida.

Da la impresión de que los diputados canarios se apuntaron a malthusianos y ven los comedores escolares como ese banquete en el que pueden comer los primeros que llegan, pero necesitan ser más buenos que Malthus por eso guardan las sobras para los que no tienen silla. Vivimos unos tiempos disparatados. La palabra justicia está desterrada del diccionario y la solidaridad se ha transformado en showlaridad, se organizan telemaratones ¡que amparan políticos con responsabilidades en Servicios Sociales, por tanto reconocen su incompetencia!, la televisión pública española pide dinero para "ayudar" a los desempleados, como si hubiese triunfado un golpe de estado y el golpista haya suprimido el Estado democrático y social recogido en la Constitución de 1978.

Asumimos como normal que existan políticos que cobran del presupuesto público mientras desde despachos privados asesoran a los millonarios que han incrementado su patrimonio con esta crisis (aquí propongo que se mire también a los abogados que se sientan en el "transparente" Parlamento canario). Estos asesores de multimillonarios luego se hacen fotos en las instituciones de las que también cobran dinero con un cheque gigante en la mano que entregan a Cáritas o Cruz Roja. En este contexto, que una de las pocas propuestas que logra la unanimidad en el Parlamento canario sea dar la "comida sobrante a las familias necesitadas" me provoca un malestar tan grande en el estómago que espero no encontrar a mano una fiambrera porque no voy a contar aquí a quiénes mandaría mi comida sobrante.