Casa y cuna son dos palabras que evocan seguridad, protección, inicio de la vida, descubrimiento del mundo... Ahora que los centros comerciales acaban de mejorar sus ventas el Día de la madre mientras Facebook se llenaba de mensajes ñoños y de respetables maguas, conviene recordar que para todo el mundo las palabras casa y cuna no significan lo mismo. Escribió Mario Benedetti que no debemos ser sectarios porque "la infancia a veces es un paraíso perdido, pero otras veces es un infierno de mierda."

Álvaro Luis Martín podría haber escrito esa frase del escritor uruguayo. A los dos días de nacer fue entregado en una caja de cartón con sus iniciales en la Casa Cuna de Tenerife, dependiente del cabildo Insular y gestionada por religiosas católicas. Según consta en la denuncia que presentó ante la Fiscalía de Santa Cruz de Tenerife el 25 de agosto de 2011 "Este maltrato se prolongó durante años. Cuando creían que me portaba mal me metían desnudo en un congelador de carne vacuna, eso ocurrió cuando tenía siete años. Estuve media hora suplicando que por favor me sacaran de allí". Liberia Hernández, que también estuvo en la Casa Cuna de Tenerife, recuerda que a las niñas que se orinaban les ponían sus bragas en la cabeza y les colgaban un cartel que ponía "meona" y las hacían pasear por el patio para que se burlaran de ellas los otros niños.

Liberia recuerda que para esas fiestas las vestían de punta en blanco. Cogían a media docena de niñas y las llevaban al despacho de Sor Juana y allí las enseñaban a matrimonios bien, militares o familias alemanas que les miraban el pelo (las preferían rubias), la dentadura o les levantaban la falda para asegurarse que las piernas no estaban torcidas. Si les gustaban cerraban el trato económico de la adopción con las monjas.

La historia de Álvaro y Liberia y otras miles similares comenzaba con la frase: "Nos encargamos de todo" que soltaba Sor Juana, Sor Pino, Sor María o alguna otra religiosa después de quedarse con el hijo de una mujer que normalmente era de clase baja. Es el título elegido por el sociólogo Francisco González de Tena para el libro que recoge su investigación sobre los casos de niños robados a sus madres biológicas en España durante el franquismo y la transición política. Casos que ha investigado recogiendo testimonio de víctimas, familiares e intentando acceder (en muchos casos sin poder hacerlo) a archivos de Casas Cunas, hogares de auxilio social y otras instituciones.

El libro Nos encargamos de todo será presentado este miércoles a las 7.30 en la casa Museo Poeta Domingo Rivero en la capital grancanaria. El autor contará los múltiples problemas que ha encontrado en su investigación, la frustración de muchas víctimas a las que la Iglesia católica les ha impedido acceder a los archivos donde están sus partidas de nacimiento, la única forma que tienen de encontrar a sus madres biológicas y poder disfrutar del derecho humano básico a la identidad.

González de Tena entregó su informe a Pablo de Greiff, relator de los Derechos Humanos para la ONU. Greiff reprochó al estado español su obstrucción a la justicia universal al no facilitar el esclarecimiento de estos hechos y permitir que la Iglesia católica siga impidiendo el acceso a las víctimas a los archivos en los que están sus datos personales. La Iglesia quiere mantener la impunidad de aquellas monjas y curas que traficaron con niños de pobres para dar alegría a militares, caciques y gerifaltes del régimen franquista que convirtieron instituciones con nombres tan bonitos como "Casa Cuna" en casas de los horrores en las que se torturaba, se abusaba sexualmente y se separaba a los niños de sus madres con mentiras. Lugares de los que las madres salían escuchando la tranquilizadora frase "Nos encargamos de todo", pensaban que sus niños quedaban en un paraíso bajo la protección de las siervas de Dios, la realidad es que desde ese día la infancia se iba a convertir en un infierno de mierda.