En la universidad no hay temas prohibidos. Todo puede ser estudiado o analizado desde un punto de vista racional y crítico, desde los agujeros negros a la creencia en fantasmas pasando por la utilización política del deporte. En lo que no debe convertirse la universidad es en un circo donde creencias sin base científica campen como si la oferta de educación superior pudiese albergar un máster en danza de la lluvia, otro de homeopatía y un curso avanzado para capturar fantasmas con la máquina de sulfatar de los protagonistas de la famosa comedia. Y quien dice fantasmas dice espiritismo, que iba a ser el plato fuerte de un "congreso de misterios" que se iba a celebrar en el paraninfo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria los días 7 y 8 de junio: una especie de aquelarre espiritista protagonizado por una médium, entre otros. Se trata de un espectáculo equivalente a los vomitivos shows de Anne Germain en una televisión nacional no hace mucho. El espectáculo contaba, además, con una charla sobre parapsicología tipo siglo XIX, un programa de radio paranormal del ámbito público que entraría en directo, un individuo que conecta al personal con su "esencia divina", otro que charla sobre los duendes y los reptilianos y otros productos culturales del empresariado del "más allá" pero cobrando en el más acá, por supuesto. Ciencia de vanguardia, en suma.

Pero la estrella iba a ser, sin duda, la médium, que se pasea de vez en cuando por Canarias cuando la invitan para contactar con los muertos y espíritus variados por amor a su cuenta corriente. Es la misma que dijo, en su última visita, que "sentía tristeza al no haber podido evitar el accidente de Los Rodeos", en 1977. El espiritismo tiene esas salidas? Pero, ¿de dónde procede este invento para desplumar incautos aprovechando las creencias trascendentalistas que la cultura popular difunde?

El antecedente más semejante al actual circo de los médiums televisivos y "congresuales" lo hallamos a principios del siglo XIX en la vidente Friedericke Hauffe. Aseguraba comunicarse con los muertos y producir diversos fenómenos que la parapsicología bautizó en el siglo XX como poltergeist: golpes, chasquidos, muebles que se elevan solos, etc. Asimismo, sostenía que las enseñanzas que transmitía estaban inspiradas por una fuente superior, algo que luego repetirían los que en el siglo XX se creían contactados con seres extraterrestres, una faceta del mito de la existencia de seres alienígenas inteligentes. Era como una versión en la vida real de Ultimátum a la Tierra (Robert Wise, 1951), aunque cutre.

Pero todo este rollo pornográfico del contacto con los seres queridos ya fallecidos tomó fuerza en el mundo industrializado de los USA en Hydesville (Nueva York), en 1848, cuando dos niñas, las hermanas Fox, y sus padres, empezaron a escuchar extraños golpes en la habitación donde dormían todos. Intentaron hallar el origen de los sonidos, que eran sordos y semejantes al golpeteo de unos dedos contra la madera. Las muchachas establecieron un diálogo con la fuente anónima de los sonidos, de tal forma que le pedían que repitiera el mismo número de golpes que ellas daban, obedeciendo. Al dar varias palmadas el sonido se repetía otras tantas veces. El suceso se hizo rápidamente popular en la localidad, luego en el estado y más tarde en toda la unión. En 1888, una de las chicas, Maggie, reconoció en la Academia de Música de Nueva York que el espiritismo es "un fraude de principio a fin, como la más enfermiza de las supersticiones y la blasfemia más malvada que ha conocido el mundo", al mismo tiempo que hacía una demostración pública en el repleto auditorio de sus trucos, que consistían en hacer crujir los huesos de los dedos de los pies y otras articulaciones. El escándalo fue mayúsculo y los más convencidos no dieron crédito a la confesión, a pesar de haber demostrado en público cómo efectuaban sus "comunicaciones". Posteriormente, hubo una retractación de esta confesión, con lo que las aguas en la nueva religión volvieron a su cauce, excepto para aquellos que desde el principio habían sospechado que todo era un truco infantil que se les fue de las manos a sus autoras en una sociedad propensa a las creencias en lo trasmundano, en particular en una época en la que la ciencia erosionaba cada vez más las creencias tradicionales.

Afortunadamente, la ULPGC no pasó por La Lista de la vergüenza (http://listadelaverguenza.naukas.com), donde el abogado Fernando Frías anota todas las barbaridades que las universidades españolas acogen por ignorancia o falta de criterio. Teniendo las universidades públicas entre sus fundamentos el pensamiento crítico y el alejamiento del oscurantismo, la ULPGC y en particular su rector, con buen criterio, anuló la autorización para que tal acto tuviera lugar en su paraninfo. Los circos paranormales deben buscar un hotel, su lugar natural, para montar su carpa.