Nada hay en este mundo que me afecte más profundamente que los asuntos relacionados con los menores y a su protección y defensa dedico gran parte de mis esfuerzos. Por eso, cada noticia que alerta sobre riesgos y peligros en el entorno de los más pequeños obra sobre mi persona como un resorte. Sin ir más lejos, acabo de enterarme de que la Asociación de Consumidores Facua ha exigido a la cadena de supermercados Carrefour la retirada de un bikini con relleno dirigido a niñas de entre 9 y 14 años. En el anuncio que promociona dicha prenda aparece una pequeña sosteniendo en la mano un vaso de tubo que simula contener un combinado, rodaja de limón y cañita incluidos, de tal manera que los denunciantes están dispuestos a llevar la reclamación ante las autoridades competentes si la multinacional francesa persiste en mantener a la venta la prenda y no elimina también el catálogo en la que se publicita.

Que los niños de hoy en día viven inmersos en un mundo plagado de referencias sexuales es una realidad incontestable, por mucho que algunas personas que dicen defender las libertades individuales se resistan a admitirlo y nos tachen al resto de retrógrados o de poseedores de mentes calenturientas. Y es tan incontestable como que, en no pocas ocasiones, son los propios padres quienes fomentan o, como mínimo, no impiden la asunción de estos estereotipos. Basta con darse una vuelta por calles y avenidas, piscinas y playas, para observar a chiquillas vestidas con atuendos de adultas de dudoso gusto (los atuendos y las adultas). Las cadenas de televisión han visto también el filón y muestran en sus programas a criaturas que son carne de casting ejecutando coreografías totalmente bochornosas y comportándose de un modo manifiestamente inapropiado. En el colmo del despropósito, algunas academias han llegado al extremo de ofrecer clases de baile de barra, como las que se prodigan en los clubes de strippers, a alumnas partir de los 6 años.

Esta tendencia, que los especialistas en psicología y psiquiatría infantil denominan "sexualización precoz de la infancia", consiste en adelantar la adolescencia -muy particularmente la del género femenino- a edades cada vez más tempranas. El resultado es que las niñas adoptan conductas que no les corresponden y prestan una atención desmedida a su aspecto físico, para emular a actrices y modelos de éxito. La consecuencia lógica es que los complejos comienzan a martirizarles, elevando a la categoría de drama el hecho de tener una nariz demasiado grande, unas piernas demasiado cortas o unos dientes demasiado torcidos. Numerosos profesionales alertan de que están atendiendo en sus consultas las demandas estéticas de estudiantes que no han terminado aún la Educación Secundaria Obligatoria y cuyos progenitores les prometen una operación de aumento de pecho si aprueban el Bachillerato.

Y no se trata únicamente de que esta erotización patológica les esté robando una etapa tan trascendental como la niñez, sino que además les incrementa notablemente el riesgo de padecer problemas físicos y psicológicos a medio y largo plazo. Como muestra, valga decir que ya se han detectado varios casos de anorexia y bulimia en menores de diez años. Nos encontramos, pues, ante un fenómeno antinatural que conculca gravemente el desarrollo evolutivo infantil y colabora a que la ingenuidad y la inocencia se pierdan a marchas forzadas. Por ello, conviene recurrir a las orientaciones de los expertos cuando afirman que el papel más importante para combatir esta lacra recae sobre las familias y las escuelas.

Para concluir, resulta igualmente imprescindible exigir a los gobiernos de turno que aborden con la máxima prioridad la protección de la infancia, regulando estrictamente los contenidos que le perjudican en campos como la publicidad, la música, la televisión e internet. La salud y la felicidad de nuestros hijos están en juego.