Las últimas elecciones europeas han sido portada de la prensa internacional por el surgimiento de los nacionalismos en varios países de la Unión Europea. Partidos nacionalistas y populistas en Gran Bretaña, Francia, Grecia, España, Austria, Dinamarca y Holanda obtuvieron más votos que varios partidos estatales. Este año se ha recordado el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial y el próximo se recordará el 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, pero la gente de Europa está muy preocupada por el alud de cambios que están repercutiendo en nuestras vidas y en nuestro futuro por culpa de unas fuerzas que hacen que nuestros políticos ejecuten órdenes ajenas con una obediencia ciega. El miedo, la inseguridad y la ansiedad están haciendo irreconocibles a los países. En España está desapareciendo la clase media y muy pronto solo habrá ricos y pobres. Para el comentarista Fareed Zakaria del periódico The Washington Post, estas fuerzas ajenas están fuera del control de la mayoría de los ciudadanos y se están aplicando por personas e instituciones que no comparten nuestros mismos valores.

La generalizada desmemoria sobre las causas que condujeron a la Primera y Segunda Guerras Mundiales y a las Guerras Civiles en España y en otros países supone un peligro para que se repitan muchas de las consecuencias provocadas por los nacionalismos. Como temía el filósofo Isaiah Berlin, esta clase de nacionalismos siempre resurge con creces. En esta era que hemos denominado de globalización, las fuerzas que mueven actualmente el mundo no son producto de una ideología política sino fruto de lo que Samuel Huntington, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Harvard, describió como identidad política. Está surgiendo un fenómeno disgregador de identidades subnacionales en varias naciones europeas a modo de un Federalismo Regional (caso de Escocia, Irlanda del Norte, Cataluña, Vascongadas, Flandes, Valonia, Córcega, Cerdeña), que imita muchos aspectos de la Europa que provocó la Primera Guerra Mundial. En palabras del prestigioso analista político del periódico The New York Times Robert Kaplan, vuelve la venganza de la geografía.

Los nacionalismos españoles en Cataluña y Vascongadas están creando una falsa historia y una falsa ciencia en torno a unos supuestos y disparatados orígenes que corren el serio peligro de convertirse en una inventada verdad. No existe ningún gen o cromosoma catalán o vasco, ningún cerebro distintivo de los catalanes o los vascos, ninguna gesta histórica que no sea compartida por el resto de España. Los diez apellidos más comunes en Cataluña y en Vascongadas continúan siendo los mismos que en el resto de España. En Cataluña, los García, Martínez y López siguen siendo los más comunes mientras que en Vascongadas son García, González y Fernández. El disparate de Cataluña ha llegado a niveles que se confunden con la esquizofrenia. No hablo del paranoico plan para organizar una Armada Catalana y un ejército de reservistas catalanes para defenderse de una posible invasión española. Para la autodenominada Asamblea Nacional de Cataluña y el Institut de Nova Historia, numerosos personajes históricos se han convertido de la noche a la mañana en catalanes. Entre ellos, Juan Sebastián Elcano, Hernán Cortés, Miguel de Cervantes, Cristóbal Colón, Francisco Pizarro, Erasmo de Rotterdam, Leonardo da Vinci, Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola. Eso sí, con sus nombres catalanizados. Al frente de los defensores de esta lista de personajes históricos de la supuesta "nación catalana" cuyos orígenes dicen remontarse al siglo VII, es decir contemporáneos de la era arcaica de la Antigua Grecia, se sitúa el excéntrico expresidente de la Generalitat Jordi Pujol.

Lo que sí es cierto es que nos enfrentamos a un nuevo tipo de guerra. No entre naciones sino dentro de nuestra propia sociedad. Hay quien piensa que es inevitable. El discurso de muchos de los partidos nacionalistas y populistas que se hicieron visibles en las elecciones europeas, se va a repetir con más éxito en las próximas elecciones autonómicas y municipales. Su estrategia es clara: hacen una serie de preguntas que los actúales gobernantes no han sabido contestar a sus ciudadanos que no paran de preguntarse quiénes somos y quiénes no somos. Es bueno que existan diferentes opiniones políticas pero sin perder la perspectiva de reconocer quién ha ganado el voto de la mayoría. Las ideologías políticas no son una verdad universal; cambian continuamente porque son meras opiniones de lo creen qué es o no correcto. Pero hay partidos políticos con representación en el Parlamento Nacional que se sienten cómodos saboteando la acción del ganador. Ahora sabemos por la prensa que muchos de esos políticos que han ingresado en las filas de los nuevos ricos han arruinado con sus actos el futuro de los españoles mientras se han garantizado el propio y el de sus allegados con sus enormes sueldos y prebendas. Mientras, los ciudadanos se preguntan cómo es que generación tras generación, los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Es hora que los ciudadanos anoten lo que los partidos hacen y no lo que dicen que están haciendo. Buen día y hasta luego.