Por fin sabemos por qué había tanta histeria y excitación en el PP últimamente a cuenta de Podemos, el partido que lidera Pablo Iglesias. El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), que al ser controlado por el gobierno de turno no es sospechoso de ser bolchevique, acaba de corroborar lo que ya muchos intuíamos.

El partido sorpresa, el que está causando sensación desde el día de los comicios europeos, no solo no se ha estancado sino que sigue subiendo sin pausa a pesar de las múltiples e interesadas descalificaciones que han tenido que aguantar sus dirigentes y simpatizantes, especialmente por parte del hasta ahora todopoderoso partido de la derecha española por antonomasia. Terroristas, bolivarianos, etarras, chavistas, estalinistas, comunistas, castristas€ Se han despachado a gusto. Les han dicho de todo menos bonito.

Es curioso porque el que debía estar más nervioso y alterado por la ebullición de Podemos tendría que ser el PSOE, o incluso IU, al quitarles votantes de izquierda. Sin embargo, el que ha mostrado mayor nerviosismo es el otro partido del bipartito del poder al que Iglesias denomina la casta. Tanto PSOE como PP se cabrean mucho cuando los llaman así, por lo que podemos colegir que quien se pica es porque ajos come.

El PSOE, para rematarlo, ha elegido líder al candidato menos izquierdista de los tres aspirantes, con lo cual deja aún más expedito el camino de la izquierda no solo a Podemos sino a IU y similares. Nunca se había mostrado tan contenta la derecha con la elección de un líder socialista. Es significativo.

Los dos partidos que hasta ahora se han alternado para gobernar España, los castizos de la casta, siempre han procurado centrar sus programas para no escandalizar a la apacible clase media española y de paso ganar las elecciones. Saben que para ganar hay que huir de los extremos radicales en los discursos.

El PP, que es de derecha, se hace de centro derecha, y el PSOE, que es de izquierda, se hace de centro izquierda cuando se acercan las elecciones. El caso es arañar los votos del centro. Los dos grandes partidos lo pretenden todo: no solo la derecha y la izquierda; también el centro. Son unos acaparadores obsesionados por el poder que se lo reparten de manera alternada para seguir en el machito.

Ahora, de la nada, les ha salido un competidor, temible y diabólico para unos y fiable e ilusionante para otros. Cuantos más improperios desesperados e irrisorios le lanzan, más apoyos está obteniendo de una población que es mayor de edad, adulta y madura para discernir entre los telepredicadores, feriantes y vendedores de crecepelos.

La gente normal, corriente y moliente se ha hartado de tantos años de engaños y ahora mira hacia otros candidatos que son como ellos, que sienten y padecen la crisis sin prebendas ni privilegios.

Es posible que sean vendedores de humo, pero tal como está el patio la gente prefiere tirarse a los brazos de ellos antes que seguir con la misma letanía triste e inicua de toda la vida. Cuando la gente se hastía prefiere a los que le ofrecen calor, aunque sea con calima, antes que a los que los han conducido a un desierto sin esperanzas.