Para entender mejor la derrota del Cabrón, que ocurrió en el año 2014 después del nacimiento de nuestro señor Jesucristo, conviene repasar los antecedentes que recogió José de Viera y Clavijo en el capítulo "Ataque memorable de Tirajana" de su Historia de Canarias. Cuando los conquistadores se habían apropiado de un buen botín en el sur de la isla Canaria y se dirigían a sus embarcaciones, un canario cristiano advirtió al comandante Pedro Hernández Cabrón del peligro que suponía caminar por aquellos barrancos porque estaba seguro de que sus paisanos se encontraban por las alturas inmediatas.

Cuenta Viera y Clavijo que "el comandante Cabrón, que no tenía experiencia del valor y ligereza de aquellos bárbaros, menospreciando la advertencia, le respondió con castellana gravedad: 'Anda, hijo, anda; yo no tengo miedo a gentes desnudas' y prosiguió su marcha. Pero las gentes desnudas, conducidas por el Faycán de Telde, se echaron sobre los nuestros en la mitad de la bajada con tal ímpetu y gritería que parecía hundirse la tierra. Inmediatamente padeció una entera derrota el destacamento español". Según Clavijo hubo 22 conquistadores muertos, 100 heridos y 80 prisioneros. Y la humillación del comandante Hernández Cabrón, al que le mandaron un tenique en todos sus besos que le rompió varios dientes.

Dos siglos y medio después de escribir su Historia de Canarias seguramente Viera y Clavijo podría narrar una nueva derrota en el sur de Gran Canaria. La batalla que vamos a contar ocurrió en la playa del Cabrón, la que recuerda al conquistador que perdió los dientes en la derrota de Tirajana. Una mancha de petróleo llegó a la costa. En aquel año un canario cristiano que trabajaba en el gobierno de la Metrópolis estaba empeñado en entregar los recursos de los fondos marinos canarios a una multinacional. La mayoría de los isleños se oponían. Pero el canario cristiano decía que se iba a hacer su voluntad, porque las aguas que bañaban las Islas eran del Gobierno del Reino. Y, como en los tiempos de la conquista, la opinión del tagoror, de faycanatos o de guanartemes o menceyes nada importaba.

El caso es que la mancha llegó y acercose a la playa el faycán de Agüimes. Al ver la magnitud de la basura petrolífera llamó al Gobierno del Reino, su representante le respondió: "No molesten al Gobierno del Reino cuando toque quitar la basura". A la mañana siguiente un mando militar del Reino bramó: "Qué mal limpian los isleños sus playas". También dijo: "Esa mancha no es mancha, es poca cosa". Frase que recordó a los "hilillos de plastilina" que dijera años antes quien ahora ejercía de máximo gobernador del Reino.

Quien sí apareció fue el Mencey Paulino I de El Sauzal. No vino con máquinas limpiadoras ni con personal para recoger el piche. Vino con cámaras de televisión y micrófonos de radio, que es el personal que más lo acompaña a calamidades y fiestas populares. El Mencey no cambia, así aparezca en romerías o derrames de petróleo, siempre lleva consigo a cronistas que le permitan pasar a la Historia. Pero los que se decían dueños de las playas y sus piedras, los que regalaban los mares canarios a una empresa foránea y el mismísimo canario cristiano autor de ese discurso, no aparecieron por la costa del Cabrón en el primer derrame.

Huyeron como habían huido cinco siglos antes las tropas de Cabrón en la primera derrota de Tirajana. Sí vinieron centenares de isleños que se oponían al saqueo petrolífero, llegaban vestidos de blanco para limpiar las piedras de piche y demostraron que no eran "gentes desnudas" y que tampoco esta vez se iban a dejar engañar por los que venían a llevarse lo que no es suyo. De otras islas llamaban isleños solidarios para ayudar a sus paisanos. La lección del Cabrón vale más que mil propagandas: cuando la basura llegue a la puerta de tu casa no verás a los autores del desastre a 30 kilómetros a tu alrededor. No hubo batalla porque los que se decían dueños de las aguas y las playas ni aparecieron, quizás temían que si llegaban por allí con su jefe podrían acabar como el comandante Cabrón en la batalla de Tirajana. Viera y Clavijo la hubiera titulado la segunda derrota del Cabrón.