Las consideraciones que se hacen en este articulo son de aplicación a los canarios y a sus islas; no sé si lo son a los habitantes de otro archipiélago.

La palabra insularismo tiene mala imagen, en los medios y entre muchos políticos. A los insularistas se les tacha frecuentemente de insolidarios, egoístas y excluyentes y esto ni es cierto ni responde a la realidad; todas estas características, difundidas interesadamente al constituirse la Autonomía Canaria, ignoran intencionadamente la realidad. El isleño canario es insularista porque es un sentimiento innato, no pensado y sí sentido; es su idiosincrasia natural y siempre fue así. Quiere a su isla, en la que nació, aprecia a sus paisanos y se siente bien en la sociedad en que vive. Esto, a veces puede no ser conveniente, pero no nos ha impedido ser acogedores, respetuosos y cosmopolitas. No es cierto que seamos insolidarios, egoístas y excluyentes con las otras islas las cuales siempre se han ayudado histórica y recientemente entre sí, aunque no sean homogéneas ni geográfica, ni cultural, ni socialmente. Recuérdese p.e. las hambrunas del siglo XlX en Fuerteventura y otras islas o los recientes incendios y desastres naturales de La Gomera. Tenerife y Gran Canaria o los seísmos de El Hierro; aunque también ha habido alguna situación dolorosa, como fue p.e. el aislamiento de Gran Canaria cuando la epidemia del cólera en el siglo XlX y sin ayuda de la Diputación Provincial de Sta. Cruz de Tenerife. Y para terminar con las pruebas de amistad, afecto y respeto mutuos, ahí están los múltiples contactos a nivel individual, familiar y de grupos, que se prodigan cada vez más entre diferentes colectivos isleños.

Quiero añadir dos opiniones, de las muchas que he leído, que comprenden el insularismo, como se ha descrito.

Carbayo Cotanda: al tener las islas una fronteras claras y definidas, se imponen al hombre isleño, choca con lo que determina su medio físico y que se resiste a una uniformidad como producto de su medio.

Velázquez Cabrera: la isla es la más rigurosa personalidad que existe y está por encima de la provincia y de cualquiera otra división administrativa.

El nacionalismo representado por el partido político Coalición Canaria sí que es insolidario, egoísta y excluyente (me atrevo a decir que como todos los nacionalismos). Lo es con el resto de los españoles, olvidando que los canarios lo somos y no somos independentistas. Recuérdese el fracaso electoral del partido de Cubillo, el separatismo delirante, hace pocos años, del periódico El Día e incluso los tibios amagos en el mismo sentido enarbolados, a veces, por nuestro poco preparado presidente autonómico. Lo es también con las "otras islas" y ha exacerbado "el pleito insular", realidad siempre latente, que aumento con la división provincial de 1927.

El Pleito Insular, existente desde siempre, se agravó con la creación de la provincia única, consecuencia de la reorganización administrativa del primer rey Borbón y de la habilidad tinerfeña para adquirir el poder en la región canaria, por el que llevaban luchando y maniobrando hacia tiempo. Este "Pleito", se recrudece aún más, como ya hemos dicho, con la división provincial de Primo de Rivera.

Coalición Canaria nace de la unión de diferentes partidos insularistas, las AIC, cuya idea primera pienso que fue para dar forma al sentimiento de los isleños, que antes he descrito, pero rápidamente fue guiado y manipulado por la Asociación Independiente de Tenerife que nace con un sentimiento de "revancha" (recuérdese la frase de Manuel Hermoso, al ser nombrado presidente: "Ha llegado la hora de Tenerife"). Dicha revancha se produce por haber perdido Sta. Cruz de Tenerife la capitalidad del archipiélago y su Diputación Provincial, lo que le había otorgado un poder que utilizó en su provecho de forma insolidaria, egoísta y excluyente, como hemos dicho anteriormente, con todas las islas, no solo con Gran Canaria y fue por esta asfixia que sentían los isleños y sus ayuntamientos de cada isla, que nacieron los cabildos insulares, como representantes y aglutinantes de cada una y de todas ellas en conjunto.

Dice Antonio de Bethencourt Massieu en el prologo a Historia del Cabildo Insular de Gran Canaria (1913-1936) de Manuel Ramírez Muñoz: El insularismo capitaneado por Gran Canaria, prosperó cada vez con más fuerza, alcanzando al resto de los "satélites", como consecuencia de la sustitución de ayuntamientos por los cabildos. Insularismo no privativo de la "redonda", tanto que la idea de resucitar los cabildos insulares (creados desde la conquista de Canarias), ante el creciente peligro de provocar la perdida de la unidad y solidaridad, surge en La Palma con Pedro Díaz o en Fuerteventura con Manuel Velázquez.

Bernardino Correa Viera, en el prologo al libro más característico de Manuel Velázquez Cabrera, dice que los cabildos han sido las corporaciones que más han contribuido a resolver el problema canario y las únicas para terminar con él, el día que se lleve a cabo el principio expuesto por el abogado majorero y se creen los órganos de contacto con el gobierno de la Nación.

Nacieron así nuestros siete cabildos, aplaudidos por todas las islas, aunque con la oposición de la Diputación Provincial de Sta. Cruz de Tenerife

En 1927 se produce la División Provincial de forma definitiva (antes había habido otros intentos que no fructificaron, el principal el Proyecto de Ley del 6-2-1856, dividiendo el territorio en dos provincias, Teide y Gran Canaria, cada una con su Diputación Provincial y su gobernador civil), lo que significo la desaparición de la Diputación Provincial única, causando un sentimiento enorme de frustración en las clases dirigentes de Tenerife, ante la perdida de poder importantísima para ellos, lo que recrudeció, aún más "el pleito insular", que se mantiene hasta el día de hoy de forma virulenta.

Antes de seguir con mi argumentación, es necesario reproducir lo escrito por Antonio Bethencourt Massieu en el prologo, antes citado, al libro de Manuel Ramírez Muñoz, pues refleja lo que pensamos muchos grancanarios.

La resurrección del insularismo en toda su virulencia arranca de la nueva articulación del Estado Español, integrado por regiones autónomas, como establece el Capítulo VIII de la Constitución de 1978. ¿Por qué? Simplificando, pienso que nuestros políticos carecían de conocimientos históricos. En consecuencia, ansiosos de disfrutar el omnímodo poder que les permitiera despertar la conciencia regional, cometieron el error de trasladar el modelo administrativo del poder central, en todo lo que no vedaba la Constitución, al Gobierno y Parlamento de la Comunidad. Olvidaron y hasta procuraron aminorar el papel de los cabildos insulares, sin percibir que más que reforzar la región, reinstauraban la provin-cia única. De nuevo el pleito in-sular estaba servido y en estos años ha ido "in crescendo" de tal manera, que hasta ha surgido la idea, todavía minoritaria, de la biautonomía.

El error estuvo en no haber transferido desde un principio y potenciar los cabildos insulares, que con su larga experiencia y una infraestructura eficiente, la tenían en mucho mayor grado, que la improvisada del Gobierno autónomo, pues este no tenia ninguna. La solución me atrevo a sostener que es simple: confeccionar un listado de todas las cuestiones administrativas que, conforme a norma, puedan ser transferidas a los cabildos insulares (corrijo una errata) y que el Gobierno de Canarias se reserve solamente aquellas pocas que por su naturaleza rebasen el ámbito insular, así como las conducentes a sostener principios de solidaridad e igualdad entre los isleños y el resto, la casi totalidad, transferirlas a los cabildos.

Quiero añadir a esta reflexión del profesor A. Bethencourt, respecto al poco conocimiento de historia y afán de poder de algunos de nuestros políticos que ignoran o no valoran la realidad de nuestros cabildos, que a los consejeros de UCD en el Cabildo insular de Gran Canaria, elegidos en 1979 y presididos por Fernando Giménez, y que manifestamos en el partido, nuestro deseo de protagonismo de los cabildos, se nos presionó fuerte y drásticamente para que no lo manifestáramos. Desgraciadamente no nos atrevimos a seguir adelante.

El nacimiento del partido nacionalista Coalición Canaria, a partir de la desaparecida AIC, ha hecho recuperar parte del poder perdido a las clases dirigentes de Tenerife por medio de ATI, con una interpretación perversa del nacionalismo canario hábilmente conducido y gobernado por la citada ATI y por eso tiene pocos simpatizantes en Gran Canaria (el partido Nueva Canarias es, afortunadamente, distinto) y me atrevería a decir que también en las otras cinco islas restantes va a menos, aunque habría que analizarlas una a una y por separado, incluyendo a Lanzarote y Fuerteventura, hoy en día en efervescencia por la cuestión petrolífera, hábilmente explotada por el presidente Rivero, que no aporta datos objetivos ni información veraz, pero que ha conseguido engañar a muchos majoreros y conejeros, aunque no a todos.

De acuerdo con lo escrito y para paliar y mejorar la situación política y administrativa de Canarias, propongo dos alternativas.

1ª Los siete cabildos, sin tener en cuenta el color político de cada uno y ayudados por sus respectivos ayuntamientos, propongan al Parlamento de Canarias una reorganización administrativa que contemple la asunción, por cada uno de ellos, de nuevas competencias, que les cedería el Gobierno autónomo. Seria una actuación acorde con la idiosincrasia del isleño, antes descrita, como insularista respetuoso y significaría, espero, el deseo de los habitantes de cada isla: el estar verdaderamente representados por sus respectivos cabildos. No voy a entrar en qué competencias se trasladarían a los cabildos, pues esto seria decisión consensuada de ellos. Por otra parte y como miembro del grupo de opinión Tamarán, ya he sugerido cuáles podrían ser esas competencias, las cuales también han sido descritas por otros compañeros del grupo, nada menos que desde el año 1995. Esta actuación de los cabildos sería una actuación paralela a la histórica creación de los mismos en el año 1912, como instituciones que dialogaban con fuerza y a veces se enfrentaban, con la entonces potente y sectaria Diputación Provincial, que gobernaba a los ayuntamientos isleños. Ahora dialogarían o discutirían con el Gobierno autónomo, que hoy, cada vez más, pretende controlarlos. y quitarles competencias.

2ª Un pacto Partido Popular y Partido Socialista, que desbancarían a Coalición Canaria de la Presidencia y mando en el Gobierno, con la esperanza de que estos dos partidos asumieran las reformas necesarias para potenciar a nuestros cabildos, entre ellas la reducción de consejerías del Gobierno canario. El Partido Popular ya se ha manifestado en la prensa a favor de esta reducción (si no recuerdo mal, el Sr. Soria propuso reducirla a seis consejerías); el Partido Socialista no sé si se ha manifestado (la opinión de algunos destacados militantes amigos míos va en el mismo sentido).

Como ya he dicho más arriba, el grupo de opinión Tamarán ha hecho múltiples propuestas sobre la reorganización administrativa de Canarias, tanto del Parlamento como del Gobierno, pero hasta ahora sin éxito, por lo que de momento no las voy a repetir.

Espero que esta 1ª propuesta de actuación de los cabildos, haga pensar a sus presidentes y consejeros.