Una imagen cada vez más típica de los vuelos comerciales de larga duración es que la gente abre sus ordenadores o sus cuadernos de trabajo cada vez que el avión alcanza la altitud de crucero y la tripulación nos advierte de que ya podemos utilizar nuestros teléfonos y cualquier otro cachivache electrónico, siempre y cuando estén funcionando en el llamado "modo avión". En la cabina de clase preferente o de primera, casi la totalidad de los pasajeros hacen del avión una extensión de su oficina. Una pasada. La pregunta es: ¿estamos haciendo lo correcto?

En las aerolíneas comerciales la presión de la cabina del avión está fijada para altitudes equivalentes a unos 2.500 metros. Como la presión de oxígeno en el aire ambiente depende de la altitud, a mayor altura hay menos oxígeno en el aire que respiramos. Con menos oxígeno, nuestra capacidad para pensar se afecta claramente. Cuando usamos nuestro cerebro para trabajos cognitivos de gran escala o nivel, estamos esforzándolo demasiado. El resultado demostrado en innumerables pruebas psicológicas es que disminuye notablemente nuestra capacidad de concentración. Estudios realizados por investigadores de los laboratorios de la NASA en la Universidad de San Diego en California han descrito que cuando uno está a más de 3.000 metros de altura se hace más difícil pensar y recordar cosas.

Las fluctuaciones en la presión de cabina pueden hacer que nos duela la cabeza, algo de lo que se queja mucha gente que viaja, especialmente durante el periodo de despegue y de aterrizaje. Según especialistas en medicina aeroespacial, se siente con más frecuencia cuando estamos acatarrados. Para aquellos pasajeros que no están en forma físicamente, estar varias horas dentro de un avión a más de 3.000 metros de altura puede provocar confusión y mareos. A nivel del suelo, los glóbulos rojos de la sangre se saturan un 95 por ciento con oxígeno. Pero a más de 2.500 metros de altura, la saturación de oxígeno es inferior al 88 por ciento. Por eso las empresas Boeing y Airbus han reducido ligeramente la presión de cabina en sus nuevos aviones hasta niveles equivalentes a unos 2.000 metros de altura. La colocación de bolsas en el respaldo del asiento delantero no es un asunto inútil; mucha gente puede sentir náuseas y cefaleas y en algunos casos siente ganas de vomitar.

En un estudio realizado en 2007 a instancias de la compañía Boeing en 500 pasajeros voluntarios, la mayoría describió que habían sentido fatiga, dolor de cabeza y malestar general. Esa es la constelación de síntomas que se tienen cuando subimos súbitamente de altitud. Además, los continuos ruidos producidos por el motor del avión pueden terminar con nuestra tranquilidad. No es fácil aguantar un sonido alto y constante como el de los grandes aviones. Uno se da cuenta de la intensidad y de la molestia de esos ruidos cuando se pone uno de esos auriculares en forma de casco que anula el ruido exterior y luego se los quita al cabo de media hora. No es de extrañar que sea uno de los artilugios que más se venden en las tiendas de los aeropuertos internacionales y cada vez más las personas lo usan cuando hacen viajes de larga duración. Si tienes que hacer o finalizar un trabajo mientras vuelas, ponerse uno de esos cascos es una buena idea.

A veces, la única cosa que la tripulación sirve gratuitamente en el avión es agua. No es una actividad baladí porque durante los viajes en avión tenemos sed. La deshidratación por el aire seco de la cabina del avión puede ser causa de cansancio y mareos en muchas personas. Normalmente, cada una de nuestras respiraciones sale cargada de vapor de agua. El aire de la cabina carece de la suficiente humedad y por tanto vamos perdiendo agua. Cuanto más largo es el viaje, más agua perderemos. Por eso no es buena idea beber bebidas alcohólicas durante los viajes en avión porque el efecto diurético del alcohol acelera y aumenta la pérdida del agua corporal. Escribir con el ordenador y beber vino o cerveza mientras te concentras en el trabajo que estás haciendo son dos actividades que no casan nada. Varios estudios han demostrado que la mayoría de las personas que usan el ordenador o trabajan mientras viajaban en el avión y bebían "tranquilamente", vuelven a repetir más frecuentemente el trabajo realizado que aquellas personas que no han bebido.

En resumidas cuentas, y por si todavía creías que solo te ocurría a ti, viajar en avión se transforma en un esfuerzo maratoniano para muchos pasajeros. Así que la próxima vez que viajes, bebe suficiente agua durante el vuelo, no abras el ordenador para trabajar, aflójate los zapatos, ponte unos cascos que te aíslen del ruido exterior e intenta disfrutar del trayecto hasta tu destino. El cuerpo te lo agradecerá. Buen día y hasta luego.