Amaneciendo y anocheciendo, a un mismo tiempo, cariño". Barragán, que siempre me había traído las buenas noticias. Barragán, que me tenía la casa en orden mientras yo me entregaba a las batallas por la patria: la lucha contra el petróleo, las romerías, los aeropuertos canarios... A Barragán le tocó decir: "Fernando Clavijo 45, Paulino Rivero 40". Sentí que un gánigo de agua fría caía sobre mi cabeza. No puede ser. Veinte años después del invento de esta criatura llamada Coalición Canaria esto sigue siendo una pandilla de tramposos, que me prometen apoyo y después no me votan. El apoyo de la mayoría de los palmeros, mentira. Los votos de los venezolanos, mentira. Los números que Fontes enviaba por whatsapp a algunos periodistas para crear ambiente no se cumplieron.

"Mis palabras son claras como niños pequeños/o espesas como semen empapando cortinas,/pero hoy tengo que inventar/un nuevo idioma". Hice un discurso de hombre de Estado. "Coalición Canaria ya no es el partido de los empresarios". Hermosa frase. Si la reunión hubiera sido con las puertas abiertas a lo mejor no me hubiera atrevido a decirla. "Hemos superado el pleito insular y la supremacía de una isla sobre las otras". Esto lo dije con retintín, para que en las demás islas se asustaran y vieran a Clavijo como el hombre de la vieja ATI insularista, el apadrinado de Hermoso y Melchior. "En mi cabeza hay un álbum de fotos amarillentas". Los cronistas de la corte me han ayudado mucho a proyectar esta imagen de hombre con conciencia nacional canaria. Hablé de grandes objetivos para un Mencey al que le tocaron los siete peores años de la economía canaria y que merece una oportunidad ahora que vienen los brotes verdes.

Un hombre de Estado frente a un alcalde que heredó el trono. Fernando Clavijo hizo un discurso de partido. Por eso quise ser coherente y cuando Barragán anunció que se iba a realizar la segunda votación levanté la mano. Me acerqué al atril y demostré mi altura de miras: "Me retiro, por el bien del partido y del proyecto". Y ahí sí que me aplaudieron los que no me habían votado. Es la primera vez en mucho tiempo que le provoco una sonrisa a Ani Oramas.

Cuenta Miguel de Unamuno que cuando sufrió el "fuerteventuroso confinamiento" llevó a la isla majorera el libro La Divina Comedia de Dante y otro de Poesías de Leopardi. Yo no sé dónde iré en este destierro forzoso, pero en mi maleta voy a meter Vacaguaré, de Secundino Delgado, un patriota que fue incompren-dido por sus paisanos. Y tam- bién los libros de poesía de Félix Francisco Casanova. Un poeta maldito. Porque me siento un político maldito, incomprendido. Por eso hoy al recordar aquel viernes fatídico en el que los míos me dijeron que no me quieren, me vienen y me atrapan los versos de aquel joven poeta al que reconocieron después de muerto. "Pero otras veces soy un río de risa/corriéndome por toda la ribera,/haciendo el amor a la mar,/una felicidad contagiosa,/un revólver de amor, nena,/y voy a disparar justo a tu corazón/¡bang, bang!" ¿Te di?/Quiero arrollarte, enrollarte y arrullarte,/montaña de aguardiente/y tarde rojiza.

"Eres un buen momento para morirme." Bueno, morirme no. Tampoco me voy a poner tan trágico. Pero a lo mejor es un buen momento para volver a jugar al envite en El Sauzal? como si nada hubiera ocurrido.