Querido amigo, he decidido desubicarme, Gregorio, lo mismo que han hecho Telefónica y otras empresas de servicio. Pondré un contestador con un 902 de pago que diga: "Ha llamado usted a Manolo Ojeda. Si quiere hablar con su mujer, marque el uno. Si quiere hablar con su hijo, marque el dos... y si es por alguna factura pendiente, por favor, espere...", y en el fondo la musiquita: "Espérame en el cielo, corazón..." Es la respuesta que se merecen las empresas, tanto públicas como privadas, que se dedican a maltratarnos inmisericordemente bajo el paraguas protector de nuestra administración. Te habrá pasado cuando quieres hacer una reclamación, que llamas por teléfono solicitando que te pongan con el responsable del servicio y la telefonista te conteste: "Si, señor, soy yo. Dígame en qué puedo ayudarle". Le sueltas toda la metralla de reclamaciones que tenías preparada y entonces la señorita va y te dice: "Perdone, pero yo solo soy una empleada..."¿en qué quedamos? Total, que no hay forma. Te pongas como te pongas, aquí no hay quien te haga ni puñetero caso. Lo que también puedes hacer cuando te llamen para reclamarte algo es contestar: "Perdone, pero yo no sé quién es usted ni estoy seguro de que esta llamada no sea un intento de estafa. Envíeme, por favor, una carta por correo certificado y ya le contestaré".

Que no se te ocurra tampoco llamar a información telefónica para que te den un número. Primero mantienen la llamada para contarte un montón de chorradas y, antes de darte el número, preguntan: ¿Quiere que le pase...?, pero lo que sigue pasando es el tiempo de la llamada y, consecuentemente, el importe de tu factura. Luego el número que te dan puede que ya no sea el del abonado, a pesar de que siga estando en la guía telefónica que ellos mismos publican. También te pueden dar un número de fax y, cuando llamas y te sale el pitido, vuelves a llamar y lo más bonito que se te ocurre decirle es gilipollas, pero el gilipollas eres tú, que te estás gastando las perras utilizando el toco-mocho del número de información telefónica. Lo más cachondo es que se permita hacer todo esto impunemente y que, además, nos obliguen a estar abonados a este tipo de empresas estafadoras. Mejor nos desubicamos, Gregorio. Que nos tengan que ir a buscar al quinto coño para que, al menos, prueben un poco de la misma medicina que nos obligan a tragar.

No se me coja nervios... y hasta el martes que viene.