Si hay un elemento distintivo en las sociedades y países más avanzados, ese es la apuesta por la ciencia y la innovación; la inmersión, de lleno, en la llamada transferencia del conocimiento.

Sin esa necesaria reorientación de la educación y la economía hacia proyectos novedosos y avanzados es muy difícil que podamos encarar, con éxito, el reto de ir saliendo de la crisis que estamos viviendo.

Precisamente, la principal conclusión de los expertos en materia de innovación de las dos universidades canarias que participaron en la redacción del estudio sobre las tendencias económicas y sociales para los próximos veinte años y que dio lugar al documento #Canarias20, es que debemos reinventarnos con la incorporación de la innovación a la esencia de nuestra economía.

Para los entendidos -idea que compartimos en su totalidad- "la innovación tiene que empapar a toda la sociedad, a las instituciones, al sector privado, al sistema educativo y cultural, y es determinante para que los territorios avancen en bienestar de su gente y no perder el tren del desarrollo". Pero esto no se logra si no existe una vocación por la innovación en las empresas y en las instituciones.

Un buen ejemplo de ello, que podemos ampliar al resto del Archipiélago, lo tenemos en una ciudad como La Laguna, donde llevamos mucho tiempo implicándonos de lleno en proyectos relacionados con I+D+i y con educación y emprendimiento en nuevas tecnologías. Y, de hecho, desde 1999, cuando fue nombrada Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, iniciamos un camino hacia la excelencia que está cristalizando ahora.

En ese sentido, el papel de la Universidad de La Laguna, su implantación el tejido social y su apuesta por trabajar, de manera conjunta, con las administraciones públicas, ha sido fundamental para que fructifiquen proyectos tan necesarios y brillantes como el Polo Científico Tecnológico de La Laguna o La Laguna Valley, iniciativas pioneras que aprovechan todos los potenciales del municipio para proyectar y exportar tecnología y absorber trabajadores expertos.

Por estos y otros proyectos, como las políticas de gobierno electrónico, la innovación en la prestación de servicios públicos, con el desarrollo de aplicaciones móviles o el sistema integral de comunicaciones de seguridad, emergencias y protección civil, que se desarrollan en nuestro entorno, el Ministerio de Economía y Competitividad nos ha concedido, hace unos días, el título de Ciudad de la Ciencia y la Innovación. Con La Laguna son tres las ciudades canarias, junto a Adeje y Buenavista del Norte, en ostentar este galardón y no son los únicos ejemplos de trabajo bien hecho. El Instituto de Astrofísica de Canarias, el Gran Telescopio de Canarias o la línea de trabajo abierta por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria que está desarrollando un importante esfuerzo en I+D+i y cuenta con un Parque Científico Tecnológico que alberga 160 grupos de investigación son solo algunos casos de éxito en esta materia.

Pero debemos aspirar a mucho más: si queremos ocupar un lugar destacado en el mundo, tenemos que ser capaces de transformar conocimientos, cualificaciones y talentos, integrando agentes locales e internacionales, en una ventaja competitiva y sostenible que atraiga y retenga recursos estratégicos.

En la actualidad, duele decirlo, el gasto en I+D en Canarias sólo representa el 1,7% del Estado. Una participación que no alcanza lo que representa el Archipiélago en población (4,50% del Estado) ni se corresponde con su peso específico en el Producto Interior Bruto (PIB), que asciende al 4%.

Y esa tendencia hay que revertirla. El déficit, según los expertos, obedece, al escaso protagonismo del sector empresarial del archipiélago, que sólo abarca el 20,3% del gasto total en I+D.

Por eso, coincido en que, para paliar este desequilibrio entre la inversión pública y privada necesitamos una estrategia específica en este sector.

Es un hecho que el próximo mandato va a ser el del crecimiento económico y, siendo conscientes de que estamos experimentando un agotamiento del modelo actual, tenemos que orientar nuestros esfuerzos, de forma urgente, hacia actividades económicas de mayor valor añadido, incrementar la competitividad de nuestras empresas, acortar diferencias con países y zonas más desarrolladas y redirigir nuestros esfuerzos a fomentar y reforzar la vocación internacional de nuestro tejido empresarial, con la innovación como pilar fundamental.

Siguiendo al economista Paul M. Romer y su teoría del nuevo crecimiento, "lo que sostiene el desarrollo económico en un mundo físico, caracterizado por la disminución de los recursos y la escasez, es la manera en que las sociedades tratan los avances en tecnología". Por eso es necesario que la idea de innovación esté muy presente y sea asumida como algo necesario y natural por la sociedad canaria.

Hay que ser optimistas, porque, por encima de nuestras carencias, tenemos muchas alternativas para mejorar y poder salvar la brecha existente entre la investigación y la industria en Canarias. Una de ellas, de la que hemos hablado no pocas veces en público, es la de ajustar o encaminar la educación de las siguientes generaciones hacia las necesidades del mercado, para que tengan oportunidades de trabajo en su territorio, nada más acabar sus estudios.

Nuestro objetivo debe ser, por tanto, crear un entorno de empresas y centros de investigación que permitan generar un sector innovador y con un componente alto de nuevas tecnologías, que además, sea capaz de crear empleo estable y de calidad, asumiendo el capital humano que sale de nuestras universidades. Debemos crear una demanda de personal cualificado creciente, mirar y apuntar lejos.

Es la colaboración, no la competencia, lo que hace avanzar a las sociedades. Y nuestro avance pasa por la colaboración estrecha, como hemos comprobado en La Laguna, entre la Universidad y los sectores económicos, la sinergia entre las pymes canarias para que sean más competitivas, la introducción de más incentivos fiscales para facilitar la contratación laboral, el desarrollo de nuestros instrumentos fiscales actuales, la creación de un mercado del conocimiento que sea exportable y de una estructura administrativa que no ponga obstáculos al emprendimiento.

Es un camino apasionante que no podemos dejar de transitar porque por él se llega a nuestro futuro.

(*) Candidato de Coalición Canaria a la Presidencia del Gobierno de Canarias