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Campechano

Héroes en el Ártico, piratas en el Atlántico

Agua, tocado, hundido? fueron nuestros principios en la marinería. Interludios de ocio infantil, incluso antes de enfundarnos el traje oficial de Primera Comunión. Alguna vez todos hemos anhelado, oníricamente al menos, ser miembros de la Armada. Cuidado!, no menos de guardiamarina.

En arduo ejercicio de copiaypega, léase wikipedia, hoy en día la Armada Española es una de las más importantes del mundo, y una de las ocho fuerzas navales del globo capaz de proyectar un nivel importante de fuerza en su propio hemisferio.

La Armada española cuenta hoy con 24 buques en la mar y 2.265 efectivos navegando o desplegadas fuera de sus bases.

La mente despierta recurrirá, sin ambages, al agravio comparativo por cercanía temporal y geográfica: el incidente acaecido entre activistas de Greenpeace y el buque militar Relámpago, que ha traicionado al más hierático. Todos tenemos una opinión al respecto, más o menos radical, más o menos coherente, más o menos.

Desde mi firme respeto a las Fuerzas Armadas, por lo que representan en la estructura que la propia Constitución Española recoge en su artículo 8, que las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional, me pregunto si este aciago y aislado episodio vulneró alguno de estos preceptos.

También creo necesario circunscribir el hecho a lo acontecido, exclusivamente: una orden ministerial dirigida al mando militar, esto es, mandato del ministro de Defensa al almirante jefe del Estado Mayor de la Armada (artículo 97 de la Constitución: El Gobierno dirige la política interior y exterior, la Administración civil y militar y la defensa del Estado. Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes).

Discrepo de los totalitaristas o apocalípticos que tachan de fascista a nuestro Ejército, en su globalidad. Injusto.

Pero igualmente disiento de lo que considero una acción desproporcionada contra el enemigo a batir: un grupo de activistas a bordo de un buque ecológico que hacen de la salvaguarda medioambiental su guerra sana y que se cuentan por millones los voluntarios en todo el planeta que los apuntalan.

A los del amanecer en el Ártico (Artic Sunrise) les sobrevino, el pasado sábado, a 55 kilómetros al este de Lanzarote, el verdadero fenómeno meteorológico adverso, en forma de sonido ensordecedor, respuesta a una acción estratégica de apoyo ante una amenaza exterior (¿?). Dos lanchas neumáticas salían al encuentro de un batallón blindado con el arcoíris. La orden era clara: impedir que cruzasen la zona de exclusión donde fondea el navío caza-tesoros de Repsol.

Ni siquiera lo acontecido en 2013 con la Guardia Costera rusa en aguas del Ártico, donde los 23 tripulantes de Greenpeace fueron arrestados y amenazados con armas de fuego y cuchillos, les resultó tan violento como este pasaje en aguas canarias.

En una distorsionada apreciación estratégica de la situación, es evidente que el Ejecutivo leyó mal los antagonismos de la zona de conflicto. Quizás el poder civil erró en la decodificación del Código Militar y aplicó el Códice Negro.

Matar moscas a cañonazos. ¿Civiles contra militares? Se imaginan a la Guardia Civil de Tráfico embistiendo contra el vehículo del conductor infractor en alocada persecución, sin dimensionar las consecuencias finales que, a poco, sobrepasan en responsabilidad jurídica al propio hecho punible inicial. Hablan de "enfrentamiento", pero para que el término tenga coherencia ha de haber una proporcionalidad de las fuerzas. En Sandía no las hubo.

Una joven malherida, mantras televisivos con gritos desgarradores: ¡mujer al agua! , guerra dialéctica político-social-militar, barco con cepo administrativo, desfloración de nuestro fondo marino con broca de 90 centímetros de diámetro? y van 150, de profundidad? Son algunos de los daños colaterales, por el momento, solo por el momento.

Pero, oiga, lo que realmente me cuesta y no llego a comprender, es cómo una ONG como los activistas de Greenpeace puedan ser considerados héroes en el Ártico y piratas en el Atlántico.

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