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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

Momento voluptuoso de la vida nacional

Para el espacio aquí presente tenía casi escrito un artículo sesudo, plagado de referencias exquisitas (al menos para mí), y al final me decidí por borrarlo y acudir a la llamada de lo oscuro, de lo que está entre la verdad y la mentira, lo que se cuela por la rendijas de las puertas, por lo que traspasa los débiles tabiques, por la metapolítica, por la intrapolítica, por la política líquida (que me perdone Bauman), por el escándalo, por el precipicio... La culpa la tuvo este trending topic que se llama Francisco Nicolás Gómez Iglesias, de 20 años, conocido como el pequeño Nicolás, entrevistado en exclusiva por una cadena de televisión, y que larga a través de un serial periodístico una especie de horchata sobre su acceso a las altas instancias ministeriales, empresariales, legales, monárquicas, Zarzuela, Moncloa, al ático de Ignacio González... Me abandoné, pues, con una copa de vino a disfrutar, a asombrarme (y a reírme) de semejante prodigio que, al parecer, tiene visos de lograr lo que se podría calificar de momento voluptuoso de la vida nacional (muerte de la Duquesa de Alba, ingreso en prisión de Isabel Pantoja, una falta de ortografía de Rajoy en un WhatsApp de condolencias, la exnovia de Monago...).

Alcanza la condición de peripatético contemplar cómo la Casa Real y la Vicepresidencia del Gobierno de España desmienten la película del pequeño Nicolás, que se adjudica el papel de enlace entre la defensa de la infanta Cristina y Manos Limpias, para que estos aflojen la presión contra la hermana del Rey; o sus supuestas conversaciones con el penalista grancanario Cristóbal Martell para recoger información para el CNI sobre el caso de los Pujol; o sus presuntos contactos con Soraya Sáenz de Santamaría... Todo un edificio de moléculas dispersas que, ¡increíble!, ha logrado que el Estado ponga el foco sobre él y lo eleve a la categoría de enemigo de la estabilidad.

Pero el morbo que más destila el affaire del pequeño Nicolás es que no te encuentras ante un descontrolado al que le cuesta hilar un argumento detrás de otro, que controla muy bien el punto que tiene que darle a sus peligrosas afirmaciones, que se protege eficazmente de incumplir el mandamiento judicial del secreto de sumario, que no se sale del guión estratégico de administrar el contenido de lo que tiene entre manos, que incluso se permite el lujo de advertir que tiene a buen recaudo "voces" sobre sus aventuras y desventuras en el mundo de la política... Al final, dada su finura, todos dudan sobre si se está o no ante un impostor veinteañero.

Ya en la noche de este trending topic alguien dijo que todo esto parecía una broma macabra, aunque más bien podría ser la mejor quinina para unos sabuesos tertulianos que aspiran y suspiran por obtener el elixir que convierta España en un asombro. Este joven, ya lo ven, sería una ataque despampanante contra esta ambición que de pronto los convierte en víctimas, en desorientados interrogadores sobre una historia llena de dobleces. La seguridad del pequeño Nicolás, a bote pronto, me trajo a la cabeza al adolescente de la película En la casa de François Ozon, del que un profesor de Literatura exprime su magnífica capacidad para escribir relatos. El docente y el alumno se alían para establecer un peligroso juego con la escritura de fondo. El muchacho, al final, domina a su descubridor, altera la vida de una familia cercana a la que envidia, seduce a la esposa del enseñante... En definitiva, resulta ser un elemento de cuidado, sobre todo para los que están a su alrededor.

El reto psiquiátrico resulta apasionante: la forense que lo vio tras ser detenido detectó en él un delirio megalomaníaco lleno de colorido. ¿Cómo ha prosperado? En otro artículo escribí que estos sujetos obtienen un gran predicamento dentro de los partidos políticos, donde se valen de contactos irreales (otras veces reales pero manipulados) para luego ofrecer limosnas, promesas, rumores y bulos varios sobre ascensos, mejoras, categorías, trienios y convenios. Uno de los contertulios, un periodista, intentó enganchar con el joven de la misma manera que un padre adusto le habla a su hijo mentiroso: "Pero Nicolás.... ¿Sabes lo qué te puede caer encima si todo lo que dices no es verdad? Estás hablando ante la audiencia de cuestiones muy serias". El pequeño Nicolás ni se inmutaba, ni rompía en lágrimas, ni pedía cobijo, ni solicitaba hospitalidad, ni confesaba, ni desvelaba, ni se desnudaba... Seguía en sus treces: tengo metralla suficiente para demostrar la verdad, para defenderme de todas las infamias que se han dicho durante 30 días.

¿En qué posición me encuentro? Joder, pues decir que este momento voluptuoso de la vida nacional, como ha resultado obvio, me interesa una barbaridad. Quiero saber de una vez por todas quién es este sujeto que estuvo en la coronación de Felipe VI, qué aura contenía su espíritu para que muchos VIP se fotografiasen con él, qué poder barajaba, qué protección recibía y a cuento que qué. Es la ansiada transparencia.

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