La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Apuntes

Toda crisis puede tener su Pompeya

Los habitantes de Pompeya se habían acostumbrado a convivir con el Vesubio. Hoy lo siguen haciendo más de tres millones de personas en sus alrededores. No existe duda alguna al respecto: los volcanes siempre avisan. Primero, con ligeros seísmos, que se van haciendo más frecuentes y más fuertes; en esa fase se oyen ruidos profundos, que los aprensivos suelen confundir con lamentos de fantasmas; y, finalmente, con volutas de humo que anuncian cómo sube la lava.

Los pompeyanos se entretenían con el fenómeno, lo observaban, y dormían a pierna suelta, o yacían en las casas de putas, muy abundantes. Pero aquella del 24 de agosto del 74 d.C. , que duró 19 horas en su fase aguda, no fue una explosión normal, y cuando se dieron cuenta de la potencia del fenómeno, fue tarde. Pompeya quedó sepultada bajo la lava ardiente, por exceso de confianza. Hoy sus restos se han convertido en atracción turística. Es un enorme yacimiento arqueológico, una cámara funeraria donde en vez de momias hay cadáveres hechos carbón y paredes decoradas en las que pueden verse pinturas amatorias, de crudo realismo, en frisos y paredes. La vida seguía, hasta que se repente se acabó. Todo esto lo cuenta muy bien Plinio el Joven; su tío, 'el Viejo', al otro lado de la bahía de Nápoles, murió asfixiado por gases en una playa.

A siglos de diferencia de este ejemplo, hay también señales de alerta que previenen un estallido social, aunque los ciudadanos, a pesar de que ven como tiemblan sus haciendas, sus casas, su futuro, parecen aturdidos con el ronco tremor. En cierta manera, se han acostumbrado, y consideran irremediable, y hasta natural, una crisis que ni fue irremediable ni ha sido natural del todo. En los países en que no se respondió con fanatismo ideológico, aprovechando la ocasión para imponer el adelgazamiento del Estado, la salida no ha sido en tales condiciones de penuria que las consecuencias son las mismas que en un cuerpo desnutrido ante una infección que no tendría la mayor importancia con buena alimentación.

Mientras el gobierno de Mariano Rajoy ha elevado el déficit a cotas históricas, desde una posición que era moderada cuando ganaron las elecciones, la clase media y los trabajadores se han convertido en el pozo de petróleo para Hacienda que está financian do los despilfarros, la corrupción y la codicia de los poderosos. Es quien soporta el grueso del sacrificio; y una subida continuada, pero disfrazada, de la presión fiscal.

A los más ricos se les protege, abiertamente, porque "hay que mimarlos para que creen trabajo", se ha dicho, a pesar de que en vez de crearlo se destruye a la vez que los que los pierden son 'apaleados', encima, por una insensata reducción de derechos, lo que ha aumentado los beneficios de los accionistas y no la innovación y la competitividad.

Otra tontería estadística que se repite por el mismo proceso de imitación de papagayos y cotorras es que la 'reforma laboral' ha sido una máquina de creación de empleo. Incierto; y tramposo. Aún hay más paro que el que había al final de la 'era Zapatero'. Con una característica, los nuevos puestos de trabajo son precarios y salarialmente minimalistas; tanto que en muchas ocasiones son insuficientes para mantener a la familia fuera de la pobreza. Esa ha sido la técnica: una sustitución que en vez de añadir valor lo resta. Trabajadores por esclavos modernos no parece ser el ideal de un pueblo.

El gobierno central, los autonómicos y los locales, ajenos a una realidad pre-explosiva, idean las más disparatadas fórmulas para empobrecer más a los empobrecidos. El ministro Soria, ese increíble personaje de ceño fruncido y gesto reconcentrado incluso cuando dice las mayores trolas o tiene disparatadas ocurrencias, idea tasas al sol y al viento para disuadir a los usuarios que apuestan por el autoconsumo eléctrico, como los holandeses, los alemanes... cuyos gobiernos saben distinguir entre una idea y una ocurrencia con peligrosos efectos secundarios, y entre la función de los servicios estratégicos y la estrategia de ayuda a los codiciosos con ansias de oligarcas rusos.

Todo se encarece. La mera subsistencia es inalcanzable para más de un millón de familias españolas. Hay una imparable pobreza infantil, que nos retrotrae a la primera mitad del siglo XX. Por todas partes se ordeña a la vaca social, a la que además se le reduce la alimentación y se le descuida su salud. Alcaldes y concejales desaprensivos e insensibles aplican impuestos absorbidos en su día por otros, idean nuevas cargas, maquinan sanciones por mero afán recaudatorio, compiten para ver quién esquilma más a los vecinos... Deberían estudiar el caso de Pompeya y ver 'in situ' como quedaron carbonizados los que no estuvieron atentos a las señales. Catástrofe podría ser una derivada de catastrazo.

(tristan@epi.es)

Compartir el artículo

stats