La Provincia - Diario de Las Palmas

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31er Festival de Música de Canarias

El 'settecento' musical del Reino de Napolés

La creatividad barroca del Reino de Nápoles se distinguió de la romana y la veneciana en varios rasgos específicos. Entre ellos, la proliferación de grupos nacidos en los palacios, los templos, teatros y academias para su exclusivo servicio y, sobre todo, la presencia de melodías y ritmos populares en las pautas académicas. El concierto de I turchini ilustró esas singularidades con su programa Ópera bufa y ópera seria en los teatros de Nápoles del siglo XVIII, representativo de un serio trabajo musicológico en la exhumación de autores y obras olvidados. El director Antonio Florio lo hace con plena solvencia, al igual que Riccardo Muti, del que también hemos tenido en Las Palmas excelentes muestras.

I turchini comenzó con Leonardo Vinci (sin "da"), uno de los más interesantes, con dos arias de Los amantes en galeras, la primera de inspiración popular y la segunda convencionalmente escolástica, muy bien entonadas por la soprano Valentina Varriale, protagonista de buena parte del repertorio: voz lírica de cuerpo medio, respetuosa del estilo y ampliamente dotada para el canto ligado, las ornamentaciones melismáticas y las coloraturas de virtuosismo, especialmente brillantes en la primera de las dos arias de Artajerjes, del mismo autor. También de Vinci sonó muy grata la Sinfonía (u obertura) de Partenope en tres tiempos muy ágiles y breves. Estupendo el Concerto grosso en la menor de Pietro Marchitelli, con un magnífico adagio en canon que "funde" las voces en flotantes disonancias, y un allegro en eco muy comunicativo.

Los nueve arcos y el cémbalo que forman el grupo desgranaron partituras más convencionales, como la vocal de Leonardo Leo, otra sinfonía operística de Domenico Sarro y la heroica aria de carácter de Dido abandonada de Piccini, excelente en la soprano. De Nicola Fiorenza, una original Sonata para violín y arcos, cuyas difíciles cadencias hicieron lucir el virtuosismo del concertino en una curiosa estructura acompañada por los restantes en ripieno y continuo. Concluyó el programa con un anónimo tradicional, El pardillo, que Valentina Varriale cantó como canción napolitana, en su mismo dialecto. Los aplausos subrayaron todas y cada una de las piezas.

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