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Papel vegetal

La interesada amnesia de los alemanes

Fue un gran filósofo alemán, Immanuel Kant, quien inmortalizó un principio ético universal que podría resumirse así: "No hagas a los otros lo que no desearías que te hicieran a ti".

Un imperativo categórico que buena parte de los alemanes de hoy, comenzando por el propio Gobierno de Berlín, parecen haber olvidado a la hora de tratar con Grecia y otros países tan duramente golpeados por la última crisis.

Un historiador germano, Albrecht Ritschl, que enseña en la London School of Economics y asesora al ministerio germano de Economía, se ha encargado de recordarles a sus compatriotas que su país no debería presumir demasiado en materia de cumplimiento de sus obligaciones contractuales, al menos en lo que a deuda se refiere.

Y no es que Ritschl se muestre demasiado comprensivo tampoco con la Grecia de Alexis Tsipras, ya que, según él, las propuestas "radicales" que presentó el nuevo gobierno griego no iban a mejorar su posición frente a sus acreedores, ni aumentar tampoco la confianza en ese país sino que podrían llevarlo a "su enésima bancarrota".

Como historiador que es, en sus declaraciones al semanario italiano L'Espresso, recuerda, sin embargo, que después de la Segunda Guerra Mundial el Estado griego siempre ha estado dirigido "por fuerzas europeas y en particular por Berlín".

"No es casualidad", dice, "que los griegos vean en el Estado a un enemigo y sientan las políticas económicas como una imposición, con independencia de que quienes se las impongan sean los burócratas de Bruselas o los clanes corruptos de las dinastías griegas".

Pero Ritschl tiene al mismo tiempo la decencia de recordarles algunas verdades históricas a sus compatriotas: concretamente el hecho de que a lo largo del siglo XX, Alemania ha sido la nación que ha sufrido las "bancarrotas más desastrosas", de las que sólo pudo salir gracias a la ayuda que le prestaron los norteamericanos.

Adoptar la actitud de "primeros de clase" como hacen ahora los alemanes es algo que deberían revisar, recomienda el historiador, quien les recuerda que la República de Weimar, casi hundida por las reparaciones de la Primera Guerra Mundial, sólo logró estabilizarse gracias a los créditos de EE UU para acabar luego como se sabe: con el triunfo del nacionalsocialismo.

Tras la derrota de la Alemania nazi, el Gobierno de Washington intentó evitar en el país ocupado los errores anteriores, con las desorbitadas reparaciones de guerra, y obligó a los países europeos que aceptaron el plan Marshall a renunciar, como condición de la ayuda, a verse resarcidos por los daños que les habían infligido los alemanes.

En 1947, tras aprovecharse de esa quita de su deuda, Alemania pudo empezar de nuevo con un nuevo Estado, esta vez democrático, y una nueva moneda.

Pero no acaba ahí la solidaridad con los teutones, sino que en la conferencia de Londres de 1953 se regularon de modo "muy conveniente para Alemania", como reconoce Ritschl, únicamente las deudas contraídas por Berlín hasta 1939, es decir el año en que comenzó la Segunda Guerra Mundial.

En el artículo quinto del acuerdo adoptado entonces se estableció que todas las deudas y las reparaciones de guerra se resolverían una vez reunificado el país, pero en los tratados firmados en Moscú en 1990, tras producirse la ansiada reunificación, se omitió toda referencia a las deudas de la guerra.

Ello sirvió para "neutralizar el artículo 5 del acuerdo de Londres", y ésa fue, explica el historiador, la "formidable quita" lograda por Berlín para relanzar su economía en el nuevo siglo.

Los alemanes sufren una cierta amnesia al respecto. Desde el final de la guerra, ese país ha hecho grandes negocios comerciales con sus socios europeos, pero, reconoce Ritsch, "si se reabriese el capítulo de las deudas de la guerra, la economía germana se hundiría de modo inmediato".

Sólo para hacer frente a los "créditos de guerra en los países ocupados, como Francia o los del Benelux, Alemania debería soltar entre 700.000 millones y 1,4 billones de euros". Y lo que debe teóricamente a Grecia es del orden de los 11.000 a los 13.000 millones.

"Incluso si decidiese pagar a Atenas una parte de lo que debe, Berlín jamás reconocería que está pagando reparaciones de guerra porque ello equivaldría a hundir a Alemania en la bancarrota", explica el historiador. Demasiada amnesia, por ello, la que muestran hoy los germanos y su Gobierno.

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