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Reflexión

Manuel Ojeda

¿Cuánto vale el kilo de escultura?

En la reciente edición de Arco, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid (25 de febrero-1 de marzo), los creadores canarios se siguen sintiendo alejados y maltratados por las dificultades aduaneras, que son el mayor problema para hacer llegar su obra a la zona continental de este mismo país.

Un cuadro, en su configuración más común, está hecho de lienzo, bastidor de madera y pintura y, calculando el precio del bastidor y la tela en un formato clásico de 100x73 centímetros, debe costar aproximadamente 40 o 50 euros, o algo más si se incluye el coste de la pintura.

Ese es el precio del material con el que el pintor crea su obra. El valor artístico se lo darán luego los expertos, mientras que el precio de venta lo proponen el artista o la galería de arte que le represente y, finalmente, ese precio lo consolidará o no el mercado del arte, pero es evidente que el valor artístico de una obra será siempre subjetivo.

Cualquier mercancía puede valorarse por su peso, medida o cantidad y también por la calidad que, de forma objetiva, sea verificable. De ese modo, cualquiera puede saber lo que vale un metro de tela, un kilo de azúcar, unos zapatos o un electrodoméstico, teniendo simplemente la referencia de los precios del mercado.

Hace algunos años estuve hablando con un galerista de París que estaba preparando una exposición de Antoni Tapies, el gran artista catalán recientemente fallecido. Había cerca de 30 cuadros que acababan de llegar al almacén de la galería. Al verlos le comenté: "Esto tiene que costar una fortuna en gastos de importación". A lo que el galerista me contestó: "No, la importación cuesta poco porque los cuadros no vienen firmados. No tienen el precio de Tapies... todavía".

El mayor problema que tienen los pintores y escultores canarios a la hora de mostrar su obra más allá de nuestras fronteras es el coste del transporte y, sobre todo, el de los aranceles de exportación e importación de su obra, ya que residen en un territorio que está fuera de la UE.

Tal como están hoy las cosas, la solución no la tienen el gobierno canario ni el español, sino la Unión Europea. Canarias está en estos momentos en el limbo de un ser y no ser: no estamos en la UE a efectos del IVA pero tampoco disfrutamos de las ventajas que teníamos hasta 1989 cuando éramos puerto franco.

Lo mejor en nuestro caso sería estar integrados en la UE pero, antes que nosotros y nuestro pequeño sector artístico, están los intereses de grandes empresas canarias como, por ejemplo, los exportadores de fruta, que prefieren mantener su actual relación con el mercado único europeo.

A final de los noventa y a propuesta de un grupo de artistas y galeristas, nos reunimos con Adán Martín, entonces vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda del Gobierno de Canarias, para intentar encontrar alguna solución a este eterno problema. Fueron largas conversaciones, pero solo sirvieron para llegar a la conclusión de que, siguiendo las indicaciones del Gobierno, los trámites eran más complicados y, además, mucho más costosos.

Mientras tanto los artistas y las asociaciones de artistas se siguen quejando de que sus obras sean tratadas como una mercancía cualquiera, pero es eso, precisamente, lo que deberíamos proponer.

El precio de un cuadro o una escultura a efectos aduaneros tendría que ser el del material tangible del que está hecho, y no el valor artístico o espiritual que un teórico del arte le pueda dar. Las ideas o los argumentos teóricos no tienen que pagar gastos arancelarios y, para explicarlo mejor, solo hay que dar un ejemplo.

Si transportamos un urinario desde Canarias hasta cualquier destino de Europa, tendremos que pagar el IVA de los 120 euros que nos ha costado en Canarias pero, una vez en su destino, si un tal Marcel Duchamp lo presenta, tal cual, en una exposición de arte contemporáneo, puede que el urinario llegue a costar más de un millón de euros. Entonces sí que el vendedor y el comprador tendrán que afrontar el pago del impuesto por el valor añadido...

Por los mismos motivos y mientras no se haga una transacción de venta, una pintura o una escultura deben tener su precio como "material", a efectos arancelarios.

¿Quién es nadie para ponerle precio a lo que yo pinto o al rosario de mi madre?

El escultor Antonio Giraldo me contó en una ocasión que un joven pintor le vino a preguntar por el precio que debería ponerles a sus cuadros y, el veterano artista le contestó, que entre 30 y 40 euros. "Pero si solo el lienzo me costó 20 euros", dijo el joven sorprendido. "Sí", replicó Giraldo, "pero eso era cuando estaba limpio..."

Sé de los esfuerzos que están haciendo Leopoldo Emperador, presidente de Asociación Islas Canarias de Artes Visuales (Aicav), y sus asociados por buscar soluciones, pero no creo que la UE esté dispuesta a cambiar su normativa por nosotros.

Así que la mejor solución será enviar a Europa nuestra "mercancía artística" junto a la declaración jurada de su valor que, como carpinteros, tapiceros o lo que quiera que sea, somos.

(*) Responsable de la galería homónima de Las Palmas de Gran Canaria

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