Mi fascinación por las matemáticas me viene de niño. A los doce años era capaz de resolver pequeños problemas de entretenimiento como el que Isabel Molina cita en su libro El Señor del Cero, una novela histórica escrita como un canto a la amistad sin barreras de religión ni ideologías. Tomen nota del problema: "Un collar se rompió mientras jugaban dos enamorados, y una hilera de perlas se escapó. La sexta parte al suelo cayó, la quinta parte en la cama quedó, y un tercio la joven recogió. La décima parte el enamorado encontró y con seis perlas el cordón quedó. Dime cuántas perlas tenía el collar de los enamorados". Yo conozco el resultado, pero ahí queda para que ustedes lo resuelvan sin trucos.

Una vez leí que las cosas importantes pueden decirse en una sola frase. Frases de ese tipo han sido escritas por Yann Martel en su obra La Vida de Pi, un libro por el que recibió en 2002 el prestigioso Premio Booker. Yann Martel es canadiense pero nació en España en 1963. Hijo de diplomáticos, su infancia transcurrió en Francia, México y Alaska y de adulto pasó temporadas en Irán, Turquía y la India. Se pasó cuatro años para escribir La Vida de Pi, recientemente llevada al cine de forma magistral. El personaje principal de la obra es un joven hindú de 16 años llamado Piscine que por decisión propia abrevió su nombre por el de Pi el primer día de clase en el colegio de lengua inglesa de la ciudad en la que vivía.

Pero el libro no habla del número pi más allá de la anécdota de la decisión del joven Piscine de abreviar su nombre por otro que le hiciera más popular en su colegio y en su vida. En el libro se habla mucho de las tonterías que se dicen acerca de los zoológicos. Como dice Martel por boca de Pi, hay gente mal informada que piensa que los animales en libertad son "felices" porque son "libres". Pero los animales en libertad no tienen libertad ni en el espacio ni en el tiempo ni en sus relaciones. Los animales en libertad llevan una vida compulsiva y de enorme necesidad en una jerarquía implacable, en un medio en el que abunda el miedo y escasea la comida, y en el que tienen que defender constantemente su territorio y aguantar los parásitos durante toda la vida.

Pero hablemos de ?, esa letra griega que parece una choza con un techo de plancha de zinc. La primera vez que entendí ese número a partir del cual los científicos intentan comprender el universo fue cuando mi primer profesor de matemáticas dibujó con tiza blanca un círculo enorme en la pizarra, lo partió con un diámetro y escribió al lado 3,1416 mientras ordenaba a la clase que cantáramos en voz alta: "¡Tres! ¡Coma! ¡Catorce! ¡Dieciséis! En realidad, esa es una versión muy corta porque las primeras diez cifras del número Pi son 3,141592653. Por eso, el próximo 14 de marzo, fecha que coincide con el aniversario del cumpleaños de Einstein, a las 9 horas 26 minutos y 53 segundos será una fecha épica: se celebra el Día Universal de Pi.

Pi es un número irracional, lo que significa que no puede expresarse como fracción de dos números enteros, aunque las fracciones 22/7, 355/113 y 377/120 fueron utilizadas como una aproximación por matemáticos de la Antigüedad. La notación con la letra griega "p" proviene de la inicial de las palabras de origen griego "perímetro" y "periferia". Euclides, matemático y geómetra griego que vivió en Alejandría alrededor del año 300 aC durante la época de Ptolomeo I, fue el primero en demostrar que la relación entre una circunferencia y su diámetro es una cantidad constante; pi representa precisamente ese valor. Desde entonces, esta misteriosa constante de la naturaleza ha desatado pasiones entre matemáticos, físicos e ingenieros de todas las culturas. Muchísimas obras de ingeniería, como arcos y puentes, túneles o tuberías que atraviesan montañas o conducen el agua por las ciudades no se podrían construir sin usar pi. Pi es un número trascendente porque sus dígitos continuarán indefinidamente sin repetición. Curiosamente, la cifra "360", el número de grados que tiene el círculo, está entre los dígitos 358 y 360. En YouTube, docenas de entusiastas de la memorización de decimales de pi han colgado sus vídeos en los que algunos han conseguido sobrepasar el millar de decimales.

Para escribir La Vida de Pi, Yann Martel recibió una subvención del Gobierno canadiense. Según confiesa el autor en el prólogo de su libro, sin esa subvención no hubiera podido recoger esta historia. Esto me recuerda la escasa o insuficiente financiación del talento en España (en algunas comunidades autónomas esta financiación es nula). Si los ciudadanos no apoyamos a nuestros científicos, investigadores y artistas, mataremos la imaginación, acabaremos no creyendo en nada y tendremos sueños sin valor. Buen día y hasta luego.