Un paciente viajero de la guagua ha relatado una aventura desde Amadores impropia de una plácida excursión por la Isla. En Arguineguín, tras un extraño ruido, saltaron las alarmas: un piloto rojo con un claro stop parpadeaba en el salpicadero, más parecido a un DJ por sus luces intermitentes; un insufrible pitido aturdía al pasaje. Y el motor, renqueante. El tranquilo conductor llegó hasta el aeropuerto. Todos medio sordos. Y allí la guagua ya no arrancó.