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Papel vegetal

El arte sólo como mercado

De cerca parece un cuadro y de lejos, un activo financiero", comentaba uno de los dos personajes que aparecían en una viñeta de El Roto con motivo de la última feria de Arco.

En eso, nuestro dibujante satírico coincidía con la apreciación de uno de los pintores más conocidos y cotizados del momento, el alemán Gerhard Richter, que en una entrevista con el semanario Die Zeit confesaba su asombro por las cantidades que algunos están dispuestos a pagar por sus cuadros.

Recientemente un coleccionista llegó a desembolsar en una subasta celebrada en Londres la friolera de 41 millones de euros por su obra Abstraktes Bild, de 1986, lo que le convirtió, según quienes se ocupan de esas cosas, en el pintor más caro del mundo.

A diferencia de otros artistas que alcanzan cotizaciones estratosféricas como el británico Damien Hirst, Richter confiesa no invertir personalmente en obras de arte porque cuando quiere ver arte, le basta con ir a un museo.

Recientemente, el diario alemán de mayor tirada, el sensacionalista Bild, atribuía a Richter una fortuna personal de 450 millones de euros, suma que él califica de totalmente "imaginaria" entre otras cosas porque, como explica, a los artistas apenas les toca nada de las sumas que se pagan por sus obras en las subastas.

Claro que al convertirse eso en noticia, y lo es porque lo único que parece contar hoy para la prensa son las sumas irrisorias por lo elevadas que gentes que no saben ya qué hacer con tanto dinero están dispuestas a pagar por las obras de un puñado de artistas que salen en todas las revistas del sector, el artista se beneficia siempre a la postre al aumentar su cotización en el mercado.

Con cierta modestia, el propio Richter señala en la entrevista que no siempre el precio que se paga por sus obras se corresponde con su calidad.

A modo de ejemplo, confiesa su extrañeza ante el hecho de que alguien hubiese pagado 29 millones de euros por su cuadro de la catedral de Milán, obra que él mismo no considera entre las mejores aunque le sirvió de inspiración para posteriores vistas urbanas.

Richter no logra entender cómo se pagan determinados precios en las subastas internacionales de arte ni por qué son siempre noticia los resultados de las mismas.

A juzgar por los catálogos de subastas que le llegan, "son increíbles las tonterías que allí se ofrecen muchas veces y además por precios que no dejan de dispararse. Ello no hace más que dificultar la labor de las galerías".

Y lo explica así: "Muchos artistas jóvenes acuden directamente a las subastas, donde se gana mucho dinero. Y a diferencia de lo que ocurría antes, los artistas no pueden ya evolucionar lentamente. Lo único que cuenta es el precio".

Dice que al principio le molestaba que en muchos periódicos sólo se hablase de los precios, pero ha terminado por resignarse ante el hecho de que ni siquiera en los suplementos secciones culturales la prensa hable realmente de arte.

Un artista tampoco puede luchar contra los precios que se pagan, explica Richter, quien recuerda que él ya lo intentó una vez, pintando un centenar de pequeños originales para ofrecerlos muy baratos, pero ocurrió que se vendieron inmediatamente y acabaron poco después en las subastas.

"Lo único que se consigue así es fomentar el comercio. Es imposible escapar al mercado", reconoce.

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