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La mirada

La fortaleza del audiovisual canario

Como director que he sido, durante más de quince años, del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria me convertí, junto con el resto de mi equipo, en un testigo privilegiado de la evolución artística e industrial experimentada por el audiovisual canario durante este largo y fecundo periodo.

A través del Foro Canario, rebautizado hoy como el LPA Film Canarias, un apartado del certamen consagrado a la difusión y puesta en valor de la producción vernácula, hemos podido asistir a la paulatina transformación de unos tímidos titubeos voluntaristas, impulsados por media docena de francotiradores, en una sólida realidad y, sobre todo, y esto es lo más importante, hemos podido verificar cómo dicha realidad se prolongaba en un largo, próspero e imparable recorrido.

Como si de un espejo se tratara, en las sucesivas ediciones de nuestro Festival han quedado fielmente reflejadas las inquietudes, aspiraciones, aciertos, errores, éxitos y contradicciones de toda una generación de cineastas que ha brillado con luz propia en el cada vez más enmarañado mercado del audiovisual, mostrando, a la hora de articular visualmente sus proyectos, un nivel de autoexigencia creativa poco frecuente entre realizadores con tan escasa experiencia profesional.

Cineastas con un perfil artístico tan señalado como, pongamos por caso, Víctor Moreno, Roberto Pérez Toledo, Amaury Santana, Guillermo Carnero, David Delgado, José Cabrera Betancort, David Pantaleón, José Víctor Fuentes, Cayetana H. Cuyás, Rafael Navarro, José Ángel Alayón, Guillermo Ríos, José Miguel Morales, Nayra Sanz o Iván López, que constituyen, merced a los destacados méritos contraídos en el ejercicio de su oficio, el mejor salvoconducto para traspasar, sin complejos de ningún tipo, las fronteras archipielágicas y mostrar su excelencia artística, tal como ya ha sucedido en algunas de las más prestigiosas citas cinematográficas europeas.

El relevo generacional de los profesionales del medio por un lado y el brote de una nueva sensibilidad entre la clase política autóctona en relación con las sustanciosas ventajas industriales que supone su decidida intervención en la órbita del audiovisual por otra, constituyen dos vectores esenciales para que cristalice la normalización de un sector que lleva pidiendo auxilio y protección desde tiempos inmemoriales.

Ciertamente, no corren buenos tiempos para la lírica pero ha llegado el momento de coger con firmeza el toro por los cuernos y explorar posibles alternativas que sirvan para paliar de alguna manera el funesto paisaje que ha dibujado la crisis económica en nuestro país desde el año 2008 e intentar frenar sus devastadoras secuelas.

No es tarea sencilla, pues se necesitaría, como paso previo inexcusable, que todos los actores que han de converger en la posible solución del problema -profesionales y políticos fundamentalmente- manifiesten la necesaria firmeza y voluntad en resolverlo, empleando para ello algo tan sencillo como el sentido común y desechando como norma cualquier tentación sectaria, sea del color que sea.

Ya es un hecho incontestable que, desde hace algún tiempo, el cine canario abandonó su condición de fenómeno embrionario para convertirse en una rotunda y esperanzadora certeza con la que todos, con mayor o menor implicación, convivimos y de la que nos congratulamos, a pesar de que uno de los apoyos estratégicos que lo han hecho posible, las ayudas financieras implementadas por el Gobierno de Canarias, de vital importancia, sin duda, para la tan deseada consolidación del sector, se hayan desvanecido a lo largo de los últimos tres años sin que, de momento, el actual escenario político presagie el retorno a la normalidad, ni a corto ni a medio plazo.

Sin embargo, y pese a todo, se ha provocado el efecto paradójico de un avance exponencial de la producción cinematográfica en las Islas y la creación de nuevas productoras con las alforjas bien repletas de ilusión y proyectos que, insistimos, han nacido con la voluntad inequívoca de quedarse.

Es un hecho perfectamente constatable que a lo largo de la última década el cine en Canarias ha logrado crecer en todas direcciones.

Ha madurado técnica e industrialmente gracias en parte al fácil acceso al medio que permiten las nuevas tecnologías, se ha posicionado muy bien a escala nacional, ha generado -y continúa generando- expectación entre públicos muy diversos, ha conseguido importantes éxitos de taquilla y de crítica fuera y dentro del país, sus producciones siguen generando un interés inusitado entre la clase dirigente y algunos de sus nombres propios, incluidos los de más reciente cuño, disfrutan de la confianza de los productores y de las distintas instancias públicas imprescindibles para poder sostener las distintas sinergias que han hecho posible semejante crecimiento.

(*) Exdirector del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria. Crítico de Cine

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