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Cine 'La conspiración de noviembre'

Mi nombre no es Bond

Está claro y no lo disimula: Pierce Brosnan echa de menos a James Bond. Le quitaron antes de tiempo para darle un revolcón al personaje y hacerlo más bruto y ahora se quita la espina con un sucedáneo al que tiñe de colorantes artificiales vía Bourne y le da un toque canoso de hombre de acción crepuscular. Y con hija. El resultado es una película que hace agua por todas partes menos por una que no es baladí en estos tiempos: es un pasatiempo para no complicarse la vida con la certeza de que al día siguiente no quedará ni rastro en la memoria. ¿Y por qué, si el guión que acumula tópico tras tópico, encadena situaciones absurdas y desaprovecha algunas líneas argumentales que podían dar mucho más juego? Primero, porque tras las cámaras hay un señor con oficio. Roger Donaldson, que tiene en su irregular filmografía títulos estimables como No hay salida, Trece días o Burt Munro. También vehículos infumables para Statham, Cruise o Cage, además de un "remake" odioso de La huída, pero la vida es dura y, en Hollywood, más. Rueda con claridad y suficiente brío la acción (carreras de coches, tiroteos y esas cosas) sin dejarse arrastrar por los horteras tics estéticos habituales (bueno, alguno se le escapa), y en las escenas de conflicto verbal entre personajes encuadra dando todo el protagonismo a los actores. Y, en segundo lugar, porque en el reparto está un señor como Brosnan, al que este tipo de papeles le va como gatillo al dedo. Quizás a alguien le sorprenda la variante cruel que a veces exhibe a ratos pero no olvidemos que tiene faenas como El cuarto protocolo, donde no era precisamente un angelito. Además, la escuela Bond le enseñó a pegar tiros precisos como nadie. A su lado, buenos secundarios (no incluyo al soso Luke Bracey) y una Olga Kurylenko espléndida en todos los sentidos, incluido el más común. La escena en la que intenta vengarse del desalmado que la mantuvo cautiva es lo mejor de todo. Lástima que el guión no profundice más en su relación con Brosnan. Bueno, en realidad el guión no profundiza en nada: agente retirado tras una misión en la que cae una víctima inocente vuelve a las andanadas para sacar las patrañas del fuego a quienes cortan el bacalao internacional y se enfrenta al que fuera su aprendiz mientras el mal y la traición se extienden a su lado. Tópicos al por mayor. Por no faltar, no falta ni la escena en la que se registra una caja fuerte contrareloj. En fin: a falta de Bond, buenas son las tortas de Brosnan.

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