La Provincia - Diario de Las Palmas

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'Chappie'

Un robot oxidado

El cineasta sudafricano Neil Blomkamp regresa a sus temáticas habituales, con su tono habitual y en su lugar habitual. En Sudáfrica, futuro cercano, la policía utilizará a robots inteligentísimos para patrullar las calles. La premisa, similar al Robocop de Verhoeven, se aleja de esta última cuando el ingeniero jefe (Dev Patel) inserta en uno de ellos una inteligencia artificial que imita perfectamente a la conciencia humana. Esta decisión crea a Chappie, una máquina con sentimientos que se desarrolla en medio del secuestro de su creador. La arquitectura del guión de Blomkamp con Terri Tatchell refleja muchos de los dejes de sus trabajos anteriores: está District 9 con su descubrimiento del diferente y su metamorfosis en él; y está Elysium con su reflexión sobre la conciencia, la erradicación de la enfermedad o el control policial de la población.

En Chappie todo suena a todo lo anterior y a toda la nada. Blomkamp deja en manos de su robot una película que no sabe bien hacia dónde va: ni se defiende como acción, ni como ciencia-ficción, pero no tiene problemas el cineasta en querer ir más allá de ambas. Quizás uno de los principales problemas del filme sea su grandilocuencia disfrazada (o que trata de ser disfrazada), de cuento moral. No se conforma el director y proporciona, sin quererlo, rendijas a su fílmica repetida y a su ideología. Resulta demoledor que su guión gire sobre los problemas del desarrollo de una inteligencia humana metida en un cuerpo de robot y se asuma sin mayor crítica el control por parte de una corporación de la seguridad del Estado. Parece decir Blomkamp que estemos tranquilos, que aunque la empresa falle siempre habrá un héroe individual que nos salve. Eso sí, no pensemos que nos va a salvar el Estado, que son unos locos (negros, aquí, que estamos en Sudáfrica), sudorosos y desorganizados. Y no molesta por estas ideas, molesta por la simplicidad con la que están tratadas y rodadas, como demostración final del respeto del cineasta hacia el espectador. De Chappie queda la sensación amarga de que aquello que vimos en Distrito 9 puede ser un espejismo o, peor, un truco de esos ilusionistas que se presentan como "mentalistas".

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