La Provincia - Diario de Las Palmas

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Las siete esquinas

Soñar

Hace unos días, en el autobús, oí una frase que no recordaba haber oído nunca en público: "El otro día soñé contigo". Se la dijo una chica a un chico, sonriendo de un modo que tenía bastante de enigmático, y por desgracia no pude ver la expresión del chico que escuchaba la frase porque él estaba de espaldas. Los dos, chica y chico, iban de pie en la parte trasera del autobús, y no supe si hacían el trayecto juntos o si habían coincidido por casualidad. Tampoco supe qué relación había entre ellos, aunque supuse que habían sido pareja, o quizá lo seguían siendo, quién sabe. Me hubiera gustado saber más cosas de ellos dos: cuándo habían dejado de salir o de vivir juntos, por ejemplo, si es que ya no eran pareja, y si todavía lo eran, por qué se empeñaba la chica en decirle aquello en un autobús y no en un lugar un poco más discreto. Pero se bajaron enseguida, y si habían subido por separado al autobús, ahora se bajaban juntos, cosa que tal vez se debía a aquella frase tan breve y tan contundente y que había sido pronunciada con una sonrisa enigmática. Cuando se fueron, me quedé pensando en el formidable poder que a veces pueden tener las palabras. "La otra noche soñé contigo".

Mientras el autobús iba dando bandazos en un atasco, recordé haber leído no sé dónde una reflexión sobre el lugar que ocupamos en los sueños de los demás, como le había pasado a aquel chico en los sueños de la chica. Porque todos nosotros, sin que lo sepamos, sin que tengamos el más mínimo control sobre lo que sucede -o más bien no sucede-, vivimos una vida que nada tiene que ver con la nuestra en las mentes de otras personas que quizá no querrían tener nada que ver con nosotros, o que preferirían habernos olvidado para siempre; o al contrario, que todavía nos recuerdan aunque desde hace siglos ya no sepan nada de nosotros, o más raro aún, que nos habían olvidado por completo aunque nosotros (o más bien nuestros dobles irreales que flotan en los sueños) nos empeñásemos en reaparecernos en sus vidas. He usado las palabras "nosotros" y "vidas" y "mentes", pero por supuesto que no se puede hablar de nosotros ni de vidas ni de mentes cuando se trata de sueños. En el mundo del subconsciente todo es mucho más complejo y más confuso.

Y entonces, cuando el autobús se paró de nuevo, recordé aquella frase que hablaba de nuestro papel en los sueños de los demás. Estaba en una de las novelas de Iris Murdoch -creo que es El unicornio-, donde uno de sus personajes se hacía un día la siguiente reflexión: "Qué extraña es la vida que uno lleva en los sueños de los demás". Hace tiempo, cuando leí la frase, la apunté en el móvil -ahora uno toma notas en el móvil en vez de sacar una libreta y un bolígrafo-, y al ver bajar del autobús a aquella pareja, o lo que fuera o hubiese sido, saqué el móvil y me puse a buscar la frase de Iris Murdoch. Y allí estaba, en la carpeta que lleva el extraño nombre de TMemo, y era tal como la recordaba. La volví a leer una vez más, pensando en la chica que dijo "El otro día soñé contigo", y en el chico que escuchó la frase sin saber si era un elogio o una condena, una maravillosa invitación a reanudar una historia de amor o bien una terrible declaración de odio y de desprecio.

Porque ese es el problema: ¿qué somos en los sueños de los demás? ¿Y qué extraña vida llevamos allí? ¿Somos ángeles o bestias? ¿Somos mejores de lo que en realidad somos? ¿O somos peores, mucho peores? ¿Somos monstruos o ángeles guardianes? ¿O no somos nada más que una especie de bruma, un hábito, una imagen grotesca, un color desvaído? ¿O somos más bien una pesadilla reincidente que se repite muchos días a la misma hora, con un ritual preciso que no se altera jamás? ¿O somos otra cosa, una imagen vaga pero placentera, como esos recuerdos que -imagino- hacen sonreír a los bebés que están profundamente dormidos? ¿O somos un día una cosa y al otro día justo la contraria, si la misma persona sueña con nosotros varias veces? O yendo más allá, ¿somos una cosa para un soñador y una cosa totalmente opuesta para otro, es decir, un monstruo para el soñador A y un ángel guardián para el soñador B?

"El otro día soñé contigo". Cuando llegó mi parada, me pregunté dónde estaría ahora la pareja del autobús, qué se estarían diciendo, a dónde irían o qué harían. ¿Se habrían cogido la mano? ¿O estarían gritando en una esquina? ¿Llorarían? ¿Darían saltos de júbilo? ¿Correrían juntos hacia algún sitio? Cuántas, cuántas incógnitas en una sola frase.

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