La Provincia - Diario de Las Palmas

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Aula sin muros

Las tres cabezas de la Hidra

Cunde la alarma y vuelve el drama y la histeria colectiva a París, toda la Francia y un clima de indignación, miedo y estupefacción recorre Europa y medio mundo. Ante el brutal atentado contra el personal de la revista y civiles libres e inocentes de París, se han dado diversas explicaciones una de las cuales apunta a la baja extracción social de los asesinos. Pero hay otras razones que no me resisto precisar a fuer de que redunden a la descripción de otros factores que responden a motivaciones y comportamientos genuinamente humanos. Me pregunto si esta gente no fueron mecidos por madre amorosa y luego educados, en su lengua materna, de forma que quedaran grabadas en sus cerebros trazas que les llevaran a comportamientos de adaptación y vidas integradas. Son la base de una primera socialización. Luego vienen la escuela y las instituciones que ayudan a una positiva integración en el mundo de los adultos. Hablamos de educación y crianza. Se trata de uno de los primeros antídotos para combatir al menos tres cabezas de la Hidra. Un monstruo que, en la mitología griega, habitaba cerca del lago Lerna. Aterrorizaba a los habitantes de forma que obligó al rey Edipo a pedir ayuda al vidente ciego Tiresias. Este le dijo que el peligro no estaba tanto en el propio monstruo como en sus descendientes. Y es que cuando se le cortaba una de las nueve cabezas que tenía, al instante, crecían otras más grandes y fuertes que las anteriores. Igual de contumaces y peligrosas se presentan tres de las cabezas de una nueva Hidra que acecha al mundo con su sombra de horror y muerte. En lenguaje metafórico pero real en cuanto sentimientos y comportamientos humanos, se muestran los grupos disnómicos que se caracterizan por el desarraigo y el fanatismo religioso. Pandillas de jóvenes sin normas que suelen surgir de familias desestructuradas, en riesgo de exclusión social, cuyos efectos perniciosos aparecen o se acrecientan en la etapas de la adolescencia. Crecen en barrios de extrarradios, olvidados de recursos públicos y asistenciales, al pairo de la marginación y la falta de oportunidades. Pero hasta en este tipo de familias se pueden desarrollar individuos sanos porque lo que marca la diferencia es el desarraigo. Existe cuando no hay lazos ni identidad con el entorno donde se vive y comienza en edades muy tempranas con la falta de apego. Un principio universal de afecto y cohesión cuyo contrario es el odio que tiende a la desintegración. Se desarrolla en edades muy tempranas a través de la presencia amorosa, directiva de padres y adultos del entorno. Si no existe este beneficioso influjo los individuos se educan con falta de empatía y se juntan en camarillas juveniles que viven al margen de las normas muy influenciables a ideólogos o profetas de la destrucción que les lleva a actuaciones guiadas por ideas delirantes. Es lo que sucede con el fanatismo religioso cuya trayectoria en la historia de la Humanidad ha conducido a las religiones del Libro a matar en nombre de Díos. Lo que Jorge Semprún llamó creencias en dioses exaltados. En el caso de los jihadistas cometen masacres y toda clase de felonías con una falsa creencia en el Corán de ser inmunes al pecado y la esperanza de alcanzar un paraíso de leche, miel y compañeras de placer en un cielo presuntamente prometido por Alá. Es lo que ha sucedido en París, sucedió en las Torres Gemelas de Nueva York, en los trenes de Madrid o el Metro de Londres. Pero que sucede, a diario, en territorios gobernados o aterrorizados por grupos contaminados de esta ideología apátrida. Sin ir más lejos, el mismo día de las matanzas de París fueron asesinados no menos de 25 personas por pandas de asesinos pertenecientes al mismo o similar pensamiento fanático en Yemen, cerca de cien personas en Sudán, dos periodistas en Túnez y en Siria o Irak, otros tantos, sembraron de dolor y muerte los lugares habitados por fieles e inocentes creyentes en el mismo Dios en nombre de quien matan las miles de cabezas, una y otra vez reventadas, de esta, hasta ahora, escurridiza Hidra. Lo malo es que todavía no hay manera de encontrar a un nuevo Heracles que acabe con el monstruo.

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