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Papel vegetal

Grexit

A la prensa anglosajona le encantan los juegos de palabras como Grexit (de Greece y exit: salida), últimamente también Greccident (Grecia y accidente) y antes PIGS (en inglés: cerdos), para referirse a los países de la crisis: Portugal, Italia, Grecia y España. Jueguecitos que luego repetimos los demás como papagayos.

Lo de los "cerdos" del Sur parece haber pasado de moda, y ahora se oye sobre todo Grexit, es decir, la posible salida del euro del país que inventó la democracia: fea posibilidad no sólo por sus consecuencias para todos sino también por lo que nos dice sobre la Europa actual de los mercados y los tecnócratas.

En medios alemanes llevan tiempo hablando de que a los griegos no va a quedarles más remedio que abandonar el euro porque los sacrificios que se les impondrán a los ciudadanos, de no hacerlo, serán difícilmente soportables, como si no lo hubieran sido ya para muchos.

Está claro que un país como Grecia jamás podrá resultar competitivo frente a Alemania por más que devalúe sus salarios, única salida que tiene al no poder devaluar ya la desaparecida moneda nacional.

Lo admite su primer ministro, Alexis Tsipras: "Muchos creen que podrán impulsarse las inversiones si seguimos reduciendo los costes laborales. Pero lo hemos hecho ya en un 40 por ciento y apenas ha generado nuevas inversiones".

La razón es muy simple: casi todo el dinero que les ha llegado a los griegos en forma de rescate tenía como principal objetivo salvar a los bancos y no ha resuelto los problemas de liquidez del país, por lo que no tiene ningún sentido seguir endeudándose indefinidamente si no se puede crecer.

El nuevo gobierno griego necesita auténticas reformas de la Administración del Estado, crear instituciones que permitan recaudar impuestos con eficiencia y limitar al máximo la evasión fiscal, tolerada por todos sus predecesores, así como modernizar el aparato judicial para acelerar los procesos, algo de lo que sabemos también mucho en España.

No puede ser, como denuncia Tsipras, que siga habiendo grandes empresarios a los que les baste llamar como antes al primer ministro para que se cambien al día siguiente las leyes fiscales que les perjudicaban.

Pero lo más inmediato es hacer frente a la "crisis humanitaria" desatada sobre el país, al hecho de que hay muchos griegos que pasan hambre, entre ellos 600.000 niños según Unicef, y que han tenido que soportar este invierno las bajísimas temperaturas porque en su casa no hay dinero para pagar la calefacción.

La gestión europea de la crisis ha sido "catastrófica", no duda en señalar el economista francés de moda, Thomas Piketty, porque si se compara con EE UU, hace cinco años Europa estaba al mismo nivel que ese país en cuanto a niveles de desempleo y deuda pública, y hoy el paro se ha disparado aquí mientras que al otro lado del Atlántico se ha reducido.

Y el PIB europeo sigue estando por debajo de los niveles de 2007. En España e Italia ha caído en torno a un 10 por ciento y en Grecia, incluso un 25 por ciento, explica Piketty en declaraciones al semanario Der Spiegel.

Piketty muestra mucha más comprensión hacia Grecia que quienes nos gobiernan: sin ser miembro de Syriza, sino limitándose a analizar la situación en Grecia, el francés señala una realidad, y es que ningún Estado es capaz de reducir un déficit sin crecimiento económico.

"Conviene no olvidar, explica, que ni Alemania, ni tampoco Francia, que estaban fuertemente endeudados en 1945, devolvieron todo el dinero que debían. Y ahora estos mismos países se permiten decirles a los europeos meridionales que han de devolver hasta el último euro. Es una amnesia histórica que tiene fatales consecuencias".

Para Piketty, "el pacto de estabilidad" europeo, impuesto por Alemania a todos sus socios, a los que exige máxima disciplina fiscal, "es la auténtica catástrofe".

"Fijar para el futuro unas estrictas reglas de déficit no puede funcionar. No se pueden resolver los problemas de deuda a base de reglas de aplicación automática, es decir sin tener en cuenta las diferentes circunstancias económicas".

Lo que necesita urgentemente Europa, en opinión del economista francés, es una unión fiscal y la armonización presupuestaria, además de un fondo común para la extinción de la deuda como el propuesto por un comité de sabios en Alemania.

La deuda superior al 60 por ciento de su PIB en que incurriese un Estado entraría en ese fondo común, que emitiría eurobonos para la refinanciación aunque cada país sería responsable de su propia deuda.

Tal fondo tendría para los países endeudados la ventaja de que no habrían de pagar un interés más alto aunque Alemania, que prácticamente no paga ahora nada por su deuda, vería aumentar los suyos. De ahí que ese tipo de solidaridad no guste en Berlín.

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