La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sección oficial 'The forbidden room'

La habitación prohibitiva

La decimoquinta edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria arrancó con The forbidden room, del director canadiense Guy Maddin y Evan Johnson.

Se trata de la primera película en competición dentro de la sección. Calificar a The forbidden room de absurda es otorgarle un adjetivo que no se merece, porque en realidad es un despilfarro de talento visual desperdiciado en filmar una sucesión de historias sin nexo entre sí, que en la mayoría de las ocasiones resultan soporíferas. El talento de su director es innegable y precisamente por eso resulta lamentable verlo derrochado en sinsentidos de este tipo. ¿Cuál es el argumento? Resulta imposible de resumir por la sencilla razón de que carece de él. La película comienza y acaba de la misma forma, un hombre maduro describe a los espectadores la manera más apropiada de tomar un baño. A partir de ahí todo resulta una serie de historias que se suceden, en algunas ocasiones como mise en abyme, imbricadas una dentro de otra, pero en la mayoría de las ocasiones sin conexión entre ellas.

Por si fuera poco según va avanzando la proyección, estas historias son cada vez más reducidas, hasta llegar a un punto en que prácticamente son sólo imágenes. Para colmo, entonces las historias empiezan a repetirse al modo de flashbacks y flashfowards. La multiplicidad de las propuestas narrativas expuestas al espectador hace que se pierda irremisiblemente en un laberinto de paisajes tortuosos. Vemos deambular en medio de este caos a actores de la talla de Udo Kier, Charlotte Rampling, María de Medeiros y Géraldine Chaplin, preguntándonos qué hacen perdiendo el tiempo en semejante despropósito. Vale la pena visionarla como una odisea estética indescriptible e inclasificable, pero estas innegables virtudes cinematográficas que el filme indudablemente posee, quedan escarnecidas porque lamentablemente es insufrible, ya que este viaje onírico dura 130 minutos en los que el espectador espera pacientemente poder llegar a enterarse de algo, hasta que todo acaba.

En ocasiones, podemos rastrear entre las secuencias varios homenajes cinéfilos, porque algunas de las historias rodadas en blanco y negro recuerdan a Tod Browning y Murnau, e incluso un actor a Lon Chaney, pero inmediatamente estas se suceden con otras filmadas en un tecnicolor psicodélico más propio del viaje de ácido de un cineasta de serie B de los sesenta que de un amante del cine.

The forbidden room, la habitación prohibida, debería llamarse más bien la habitación prohibitiva, porque su precio es muy alto, el de hacernos perder el tiempo con una propuesta tan fantástica como desaprovechada.

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